Leyendo El libro de la felicidad – Marcelle Auclair…
“El rebote es una de las leyes esenciales del pensamiento, así como la refracción del sonido y de los rayos es una de las leyes de ]a naturaleza. Sus pensamientos, sus palabras, son vibraciones que se propagan en círculo y vuelven al punto de partida: usted. Exactamente como las ondulaciones de un líquido.
Cuando alguien arroja una piedra al agua, el punto donde cae es el centro de las ondulaciones que van aumentando hasta encontrar un obstáculo: la orilla o el recipiente. Parecen detenerse entonces pero en realidad las ondulaciones retornan hacia el punto de partida y sólo se detienen al encontrarlo.
El menor de sus deseos, la menor de sus palabras crean ondas similares a las que crea la piedrita arrojada al agua; los efectos que ellas producen se vuelven hacia usted. Piense enfermedad con respecto a quien sea o a lo que fuere, enfermedad será el lote que a usted habrá de corresponderle.
Deséele a alguien una desgracia y usted será quien habrá de sentir los primeros efectos. Pronuncie palabras de concordia, y la concordia embellecerá su existencia.
Conocida esta ley, ya no se sorprende uno de las miserias de un mundo en el que tanta buena gente, más ignorante que fundamentalmente malvada cree hacer bien viviendo en el rencor y la aversión al prójimo.
Es una excelente mujer pero le brinda un odio eterno a la prima Amelia por una nimia cuestión de herencia; un hombre excelente, pero no trata de perdonar una ofensa al primo Gustavo.
Sin embargo, los hombres repiten desde hace dos mil años: «No hagas a los demás lo que no querrías que te hicieran a ti»; pero a estas palabras esenciales a la rutina también les ha embotado el sentido.
Entonces, el único medio para ser feliz consiste en no emitir sino pensamientos y palabras de felicidad con respecto a cada uno en particular y al mundo en general.
Cada uno de sus pensamientos se extiende hasta los límites del universo, hace vibrar a su paso todos los pensamientos afinados según el mismo diapasón, se propaga y se multiplica antes de volver así intensificado para ejercer en su propia existencia sus maravillas o sus estragos.
Comprenda que todos tenemos nuestra parte en la confusión universal y que tal vez usted haya sido hasta ahora, sin saberlo, su enemigo No. 1.
APLICACIÓN. A partir de este instante, sea su amigo número 1. Cuando se apreste a caer en la maledicencia, cuando lo atraviese un movimiento de cólera, piense: «¿Me gustaría que los efectos de este pensamiento se vuelvan hacia mí y se manifiesten en mi vida?» Sofóquelo instantáneamente y reemplácelo por su luminoso oponente.”
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