Tiempo de juegos, paseos, excesos, alegría, bebida, mesa franca. Tiempo de purificación, de perdón, de reconciliación, de renovación…
Adiós al invierno.
Por Helene Yvert-Jalu, para El Correo De La UNESCO
“La celebración del carnaval ruso sigue despertando el mismo entusiasmo que en el pasado. Pero las formas de ese rito inmemorial han cambiado.
El carnaval ruso, o Maslenitsa, cuyo origen se remonta a tiempos inmemoriales, ha dado muestras de una vitalidad excepcional.
Ciertas costumbres muy antiguas, como comer bliny (tortillas), deslizarse o pasear en trineo, siguen formando parte de la celebración. Pero a ellas se suman hoy en día numerosas diversiones: competiciones de esquí, concursos de patinaje, danzas y cantos al son del acordeón o de la balalaika, entre muchas otras que confieren al «adiós al invierno«, como más comúnmente se llama al carnaval, un carácter sobre todo recreativo.
Y aun cuando a veces se restablezcan ritos más arcaicos, el significado profundo que la tradición conservaba se va perdiendo paulatinamente.
¿Cuál es el origen del carnaval ruso?
Su nombre proviene de maslo, que significa mantequilla. Los preceptos de la Iglesia prohibían comer carne durante la semana que precedía la gran Cuaresma de seis semanas antes de Pascua. Para reemplazarla se consumían productos lácteos, pescado, huevos y… bliny, tortitas a las que se agregaba mantequilla derretida para hacerlas más untuosas.
La palabra maslenitsa designa a la vez el periodo de carnaval y el monigote grotesco que lo personifica. En Moscú el contenido simbólico del carnaval ya había desparecido en el siglo XVIII. Pero, en cambio, en las zonas rurales se conservó y, todavía a principios del siglo XX, en algunas aldeas esta fiesta continuaba celebrándose según la tradición.
Las festividades se iniciaban dando la bienvenida a la Maslenitsa, un monigote, por lo general de aspecto femenino, hecho de paja y trapo, al que se vestía con una camisa, un sayo sin mangas y un pañuelo en la cabeza. A veces se amarraba a una rueda que se encaramaba en una vara larga. En algunas ocasiones una persona de carne y hueso desempeñaba este papel.
Se colocaba la Maslenitsa en un trineo y se la paseaba por el pueblo, mientras la multitud iba detrás, a pie o en trineo, manifestando una alegría bulliciosa con danzas, gritos y risas y entonando coplas de bienvenida: Ha llegado la honorable Maslenitsa, boyarda de generoso corazón, a deslizarse por las cuestas, revolcarse en los bliny, y disfrutar al máximo. Luego se la instalaba en un sitio elevado y allí permanecía hasta el fin de semana.
No beber durante la Maslenitsa es un pecado La bienvenida anunciaba el comienzo de diferentes juegos: carreras de caballos, batallas campales a puño limpio, asalto por un grupo de jinetes de una fortaleza de nieve que los sitiados tenían que defender, columpios y, sobre todo, descenso de las pistas en trineo.
Deslizarse en trineo era la diversión favorita de los jóvenes pues constituía una buena ocasión para alternar con el sexo opuesto y conocer a su futura esposa. Las parejas de recién casados descendían las pistas en trineo y, a pedido del público, la joven esposa, que iba sentada en las rodillas del marido, debía besarlo antes y después de la carrera a la vista de todos. Se solía enterrar a la pareja bajo la nieve durante algunos instantes.
Las familias ricas comenzaban a preparar los bliny a partir del lunes, mientras que los pobres lo hacían el jueves o viernes. Las mujeres preparaban la masa siguiendo diversos ritos: algunas le agregaban nieve cuando salía la luna, otras, en el mayor secreto, comenzaban su tarea a la orilla del río cuando aparecían las primeras estrellas. En algunas provincias, se colocaba la primera tortita cocida en el alféizar de la ventana para las almas de los difuntos. En otras regiones, se regalaban a los mendigos para que recordaran a sus muertos. Se ofrecían tortitas a todo el mundo, parientes, amigos y conocidos; se servían muy calientes acompañadas con crema agria, arenques o caviar.
Las reglas de hospitalidad exigían tener mesa franca durante el carnaval: se comía y bebía a más no poder como si fuera necesario estar ahito para atravesar el largo periodo de abstinencia de la Cuaresma. «No beber durante la Maslenitsa es un pecado», decía un refrán.
Otra costumbre establecía que las suegras invitaran a sus yernos recientes a saborear bliny y a beber en abundancia, lo que daba lugar a canciones jocosas. Los jóvenes esposos solían llegar cargados de regalos y su visita podía prolongarse dos o tres días. A menudo una Maslenitsa, suspendida del dintel de la puerta, les daba la bienvenida. A partir del jueves o viernes, los paseos en trineo reemplazaban los juegos en la nieve. Los jóvenes, y sobre todo los recién casados, se paseaban ufanos por la aldea antes de visitar las aldeas vecinas y la ciudad más próxima; cada cual quería mostrarse en el carruaje más hermoso y sus más ricos vestidos. Se adornaban las crines de los caballos con cintas y flores de papel y los trineos se recubrían con tapices. Del arco de madera pintado de colores vivos que decora los trineos se colgaban cascabeles y campanillas. Las mujeres dejaban sus pellizas entreabiertas para lucir el forro de piel. Todos rivalizaban en elegancia.
El entierro del carnaval
El domingo del Perdón se despedía a la Maslenitsa con las mismas muestras de júbilo y alboroto con que se la había acogido. Se volvía a colocar el monigote de paja en un trineo, pero en esta oportunidad el cortejo adquiría el carácter de un entierro burlesco. Un jamelgo llevando un pantalón roto tiraba de un trineo deteriorado y recubierto de una estera gastada.
El cochero, un anciano de la aldea, harapiento y con el rostro tiznado, hacía todo tipo de bufonadas que en otras circunstancias hubieran parecido indecentes. En algunas ocasiones se ponía dentro del trineo una barca o una artesa de madera, atributos de antiguos ritos funerarios.
A la cabeza de la procesión iban una mujer o un hombre disfrazados de pope de comedia, llevando como incensario una zapatilla vieja suspendida de un hilo, mientras los asistentes, cubiertos con máscaras grotescas, parodiaban cantos religiosos.
A la salida de la aldea, el cortejo se detenía ante un campo sembrado para «dar muerte» a la Maslenitsa. En ciertos rituales, se la desvestía y se tironeaba de ella hasta despedazarla en un montón de fragmentos que se enterraban en la nieve: en otros, se la echaba al río o se la quemaba en una gran hoguera hecha con paja, leña y un montón de antiguallas que los jóvenes del pueblo habían reunido con ese fin, o, en ciertas regiones, robado. Esta ceremonia, con la que concluía la fiesta, anunciaba también el fin de las diversiones.
El domingo por la noche las manifestaciones de júbilo cesaban como por arte de magia. Era la hora del Perdón. Todos se pedían recíprocamente perdón por las faltas cometidas y se abrazaban en señal de reconciliación. En el cementerio se pedía perdón a los muertos por el mal que se les hubiera hecho y como ofrenda se depositaban bliny sobre las tumbas.
El primer día de la Cuaresma, el «Lunes puro», se consagraba a una gran limpieza de la casa y se iba a la bania (baño turco) para lavarse. Después de los excesos de la fiesta, comenzaba un periodo de purificación a la vez espiritual y físico.
Un tiempo sagrado
¿Cómo interpretar los ritos de la Maslenitsa?
La escuela mitológica, en boga sobre todo a mediados del siglo XIX, ve en esta fiesta principalmente el reflejo del culto solar de los antiguos eslavos. Según esta teoría, la Maslenitsa sería la celebración del Dios-Sol y el entierro del invierno. Las tortitas, cuya forma redonda recuerda la del sol, estarían destinadas a obtener el retorno del astro. Mientras que el propósito de las hogueras, encendidas por lo general en un sitio elevado, sería unir la Tierra con el Cielo y acelerar así la llegada del calor.
La ópera Snegurotchka (1881, La niña de las nieves) de Rimski-Korsakov se inspira en esta concepción. Al final de la obra la heroína muere y su desaparición permite que el Sol-Yarilo vuelva a brillar en el reino de Berendei y que regrese la primavera.
Para quienes defienden la teoría de las influencias, que data de fines del siglo pasado, la Maslenitsa deriva más bien de ritos romanos impregnados de influencias helénicas, que probablemente llegaron al mundo eslavo por intermedio de trovadores procedentes de Bizancio. Otros aun y entre ellos la mayoría de los especialistas rusos piensan que al igual que otras fiestas populares ésta se basa en cultos agrarios eslavos precristianos.
La finalidad de estas celebraciones consistía probablemente en obtener buenas cosechas. En los cultos agrarios se considera a la tierra un organismo femenino al que se fuerza a procrear por medio de procedimientos mágicos, por ejemplo recurriendo a los muertos o a ciertos ritos de preparación y fecundación. Así, se ofrecen bliny a los difuntos para que desde su morada en las entrañas de la tierra cuiden de las semillas y los granos. También se procura que la tierra se vuelva fértil por medio de actos de carácter erótico. Al establecer una relación entre la fecundidad humana y la fertilidad terrestre, se atribuye a la sexualidad una influencia mágica; de ahí que durante la fiesta se conceda mucha importancia a las jóvenes parejas; de ahí también el empleo de máscaras que facilitan las conductas licenciosas. Y, por último, se transmite a la tierra la fuerza fecundadora de la espiga simbolizada por la paja del monigote que se quema y se entierra. Las risas durante la «muerte» de la efigie del carnaval ayudan, mágicamente, a que la tierra procree.
Sin embargo, para muchos historiadores de las religiones, el sentido del carnaval ruso supera la explicación simplemente agraria. La importancia de la Maslenitsa proviene, según estos estudiosos, de que pertenece a esa categoría de fiestas que señalan el fin de un periodo y el comienzo de otro crucial en todas las sociedades tradicionales.
Al marcar el paso del invierno a la primavera y, en la vieja Rusia, el comienzo del año, la Maslenitsa constituye una fiesta de renovación cosmogónica, en tanto que la agricultura es sólo uno de los aspectos de la regeneración periódica. El culto a los muertos, vestigio de las ceremonias que acompañaban el periodo de transición entre dos ciclos, está vinculado probablemente a ese mito del eterno retorno.
En esta perspectiva, la inversión de los valores, como la parodia del entierro y la licencia generalizada, representa sin duda el caos primitivo que debe ser dominado para permitir la renovación cíclica del orden de las cosas. La confesión de los pecados, el domingo de Perdón, revela el deseo de recobrar la pureza de esa renovación del tiempo primordial. Por último, el encender hogueras, elemento esencial de la fiesta, es tal vez el símbolo de una nueva Creación.”
La foto es de la nota original
Leído en: El Correo de la Unesco, diciembre de 1989
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