Soneto
Más de una vez -con celo de artesanos
y el corazón crecido en el empeño-
le dimos forma cálida en las manos
al barrilete aquel de nuestro sueño.
El que pasó los techos ciudadanos
-pájaro audaz, minúsculo y risueño-
y hasta horizontes dulces y lejanos
nos remolcó los ojos y el ensueño.
Y fue la estrella breve; o la cometa
que, más allá del árbol y la nube,
apuñaló, tal vez, una veleta.
El barrilete eterno y sin distingo:
el que tuvieron otros y yo tuve
para llenar las horas del domingo.
Horacio Peroncini. Buenos Aires 1915 1972. Del libro Tiempo y Paisaje
Leída en: El Soneto en la Argentina, Antonio Requeni