Un encuentro multicultural por la integración

Septiembre, 8 y 9

Fiesta de Colectividades y Día del Inmigrante  (Argentina /Buenos Aires)

 F-colectividades

“… cerveza alemana, shawarmas de Oriente, cachaça brasileña, paella española, sopa paraguaya, kebapche búlgaro, shis ke bab armenio, sarma croata, goulash con spetzel esloveno, lebkuchen alemanas, arepas venezolanas, lemoncello italiano y papa a la huancaína peruana, sin contar los postres… 

folkloristas ucranianos, brasileños, vascos, bolivianos, griegos, paraguayos, japoneses, gallegos, peruanos y croatas…

indumentaria, instrumentos musicales, bijouterie, dulces,  folletería, libros, cerámica, tejidos y orfebrería.”

Leído en: argentina.gob.ar 

Una reseña histórica de las colectividades en Argentina: Fiesta Nacional del Inmigrante 

También:
Poemas de la Multiculturalidad  
Carta a un amigo emigrante  (Cacho Castaña – 1988)
Festividades argentinas (listado)

Excitación y estimulación: estímulo simple y estímulo activante (en un texto de Fromm)

Compartiendo lecturas…

“… En la literatura psicológica y neurofisiológica, la palabra «estímulo» se ha empleado casi exclusivamente para denotar lo que yo denomino aquí estímulo «simple». Si un hombre ve en peligro su vida, su reacción es sencilla e inmediata, casi refleja, porque radica en su organización neurofisiológica. Lo mismo puede decirse de otras necesidades fisiológicas como el hambre y, hasta cierto punto, el sexo. La persona «reacciona» pero no obra -quiero decir que no integra activamente una respuesta más allá de la actividad mínima necesaria para huir, atacar o excitarse sexualmente. Podríamos, pues, decir que en este género de respuesta, el cerebro y todo el aparato fisiológico obran por el hombre.

Lo que suele olvidarse es el hecho de que hay un tipo diferente de estímulo, que estimula a la persona para hacerla activa.

Este estímulo activante podría ser una novela, un poema, una idea, un paisaje, la música o una persona amada. Ninguno de estos estímulos produce una respuesta simple; le invitan a uno a responder relacionándose activa y simpáticamente con ellos; a interesarse activamente, a ver y descubrir aspectos siempre nuevos en «su» objeto (que deja de ser un mero «objeto»), y a estar cada vez más y más despierto. …

El estímulo sencillo produce una pulsión, un impulso, es decir, algo que empuja a la persona; y el estímulo activante produce un empeño o afán, o sea que la persona se esfuerza activamente en lograr un fin.

La diferencia entre estos dos géneros de estímulos y respuestas tiene consecuencias muy importantes. Los estímulos del primer tipo, los simples, si se repiten más allá de cierto umbral ya no son registrados y pierden su efecto estimulante. (Débese esto a un principio neurofisiológico de economía que elimina la conciencia de los estímulos cuando indican por su carácter repetitivo que no son importantes.) La estimulación continuada requiere que el estímulo aumente de intensidad o cambie de contenido; es necesario cierto elemento de novedad.

Los estímulos activantes producen un efecto diferente. No siguen «igual»; a causa de la respuesta productiva a ellos siempre son nuevos, siempre están cambiando; la persona estimulada da vida a los estímulos y los modifica descubriendo siempre en ellos aspectos nuevos. Entre los estímulos y el «estimulado» hay una relación mutua, no las relaciones mecánicas en un solo sentido E -> R. Esta diferencia se confirma fácilmente por la experiencia de cada quien. …

La importancia de los estímulos simples y activantes es muy grande para la cuestión del aprendizaje.

Si aprender significa penetrar desde la superficie de los fenómenos hasta sus raíces -o sea sus causas, desde las ideas engañosas a los hechos escuetos, acercándose así a la verdad-, es un proceso activo y alentador y una condición del desarrollo humano. … Por otra parte, si el aprendizaje es meramente la adquisición de información por medio del condicionamiento, estamos tratando con un estímulo simple en que opera en la persona la estimulación de su necesidad de encomio, seguridad, éxito, etc.

La vida actual en las sociedades industriales opera casi enteramente con esos estímulos simples. Lo estimulado son impulsos como el deseo sexual, la voracidad, el sadismo, la destructividad, el narcisismo; estos estímulos se comunican por el cine, la televisión, el radio, los periódicos, las revistas y el mercado de artículos de comercio. En general, el anuncio se basa en la estimulación de deseos producidos socialmente.

El mecanismo es siempre el mismo: estimulación simple -» respuesta inmediata y pasiva. He aquí la razón de que los estímulos hayan de cambiar constantemente so pena de ser ineficaces. Un automóvil que es excitante hoy puede ser aburrido al año o los dos años… y hay que cambiarlo para buscar la excitación. Un lugar que conocemos bien se vuelve automáticamente aburrido, de modo que la excitación sólo puede lograrse visitando lugares diferentes, los más posibles en un viaje. Dentro de este marco, también es necesario cambiar de pareja sexual para que se produzca la excitación.

La descripción dada hasta ahora necesita completarse insistiendo en que no es sólo el estímulo lo que importa. El poema más estimulante, o la persona más excitante fallarán del todo con alquien incapaz de responder por su propio temor, su inhibición, pereza o pasividad. El estímulo activante requiere un estimulado «afectable» para tener efecto … afectable no en el sentido de educado, sino en el de susceptible, emocionable, capaz de reaccionar humanamente. Por otra parte, la persona del todo vivaz no requiere necesariamente de ningún estímulo particular del exterior para ser activada; de hecho, ella misma crea sus propios estímulos.

La diferencia puede advertirse claramente en los niños. Hasta cierta edad (aproximadamente los cinco años) son tan activos y productivos que «fabrican» sus propios estímulos. Crean todo un mundo con trozos de papel, madera, piedras, sillas, cualquier cosa que hallan a la mano. Pero después de los seis años, cuando se vuelven dóciles, pasivos y nada espontáneos, es necesario estimularlos de tal modo que a veces siguen pasivos y solamente «reaccionan». Quieren juguetes complicados que les aburren al cabo de un rato y en resumidas cuentas se conducen ya como los mayores con los coches, los vestidos, los lugares a visitar y los amantes.

Hay otra diferencia importante entre los estímulos simples y los activantes. La persona impulsada por el estímulo simple siente una mezcla de alivio, emoción y satisfacción; cuando está «satisfecha» (del latín satis-faceré, «hacer bastante»), ya «tiene bastante». En cambio la estimulación activante no se sacia nunca, es decir: nunca hace sentir a la persona que ya»tiene bastante», salvo, naturalmente, cuando aparece el cansancio físico normal.

Creo que se puede formular una ley basada en los datos neurofisiológicos y psicológicos en relación con la diferencia entre los dos tipos de estímulo: cuanto más inerte es un estímulo, más frecuentemente debe cambiar de intensidad y/o género; cuanto más activante, más tiempo conserva su poder de estimular y menos necesario es el cambio de intensidad y contenido.

He tratado tan detenidamente la necesidad que el organismo tiene de estimulación y excitación porque es uno de los muchos factores que engendran destructividad y crueldad.

Es bastante más fácil excitarse por enojo, rabia, crueldad o manía destructora que por amor e interés activo y productivo; el primer tipo de excitación no requiere ningún esfuerzo del individuo … no es necesario tener paciencia y disciplina, aprender, concentrarse, aguantar las frustraciones, ejercer el pensamiento crítico, superar su propio narcisismo y su voracidad.

Si la persona no ha crecido, los estímulos simples siempre están a la mano y pueden producirse fácilmente. Los estímulos como accidentes, incendios, crímenes o guerras pueden leerse en los periódicos, verse en la TV y en el cine. La gente puede también crearlos en su mente hallando razones para odiar, destruir y dominar a los demás.  (Indican la fuerza de este anhelo los millones de dólares que gastan los medios de comunicación masiva para vender ese tipo de excitación.) …”

Leído en: Antomía de la destructividad humana, Cap. 10, por E. Fromm, 1974. 

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