Seis poemas para celebrar la primavera

(vía diarioLaNación/2016)

«… Grandes escritores argentinos, como Ricardo Molinari y Juan L. Ortiz, como Arnaldo Calveyra y Diana Bellessi, han escrito poemas sobre la primavera en los que introdujeron subversiones semánticas, delirio jovial y razonamientos amortiguados por el sonido de las palabras.

Elegimos seis poemas de poetas nacionales cuyas obras se encuentran en pleno desarrollo.

1. María Teresa Andruetto

Ahora que viene el tiempo de los pájaros
y de los brotes en las ramas y la blancura
del almendro,
ahora que salgo al aire por las tardes
y riego plantas y veo cómo la tierra bebe
el agua,
ahora que se agitan las polleras
al murmullo de la brisa,
ahora que los niños conquistan el baldío
y construyen refugios y saltan vallas,
ahora que en el barrio las mujeres se sientan
a la sombra de los fresnos y toman mate
y hablan,
yo miro a cada instante hacia el Oeste, hacia
tu casa.
Primavera de 1992.
In memoriam Clara Crimberg.

(María Teresa Andruetto, Pavese, Ediciones Argos, 1997).

2. Un ramillete de rocío. Valeria de Vito

Recostados sobre la hierba
el pasto nos llena la boca de rocío;
el rocío es esencial,
lo
elemental
es el chicle,
pasarte el chicle con la boca
es
sentimental,
pero no quiero mentir.
Ahora
no
nos
pasamos el chicle
y esto
es un cliché
al que le temo.
Temo
caer
en los reclamos
que
ahora nos pasamos
como nos pasábamos el chicle
mientras
todo el rocío hacía
de vos:
el pasto,
el chicle,
los clichés
suavidad,
amor,
cantos,
canciones sobre el pasto,
mi canción elemental.

(Valeria de Vito, Un ramillete de rocío, El Ojo de Mármol, 2016).

3. Razones para no hacer manualidades. Analía Giordanino

Hay infinidad de pájaros
y plantas y árboles
de los cuales no sé bien el nombre.
De uno de ellos sí lo sé.
Sé del ceibo que había en un patio
por el que yo corría.
La maestra nos enseñaba los viernes a desbrozar.
Yo quería ir a carpintería
y no hacer puntadas macramé
o anudar con hilo sisal.
Me gustaba el olor de la madera balsa
y los mimbres en el agua
amarillos, verdes,
hinchaditos para la trenzada.
Una vez entré en la sala de carpintería
y vi las manos de los niños
y las virutas reposando en la ventana.
Vi el olor de las máquinas, del aceite
y el calor del torno y los metales.
Me pareció que en la otra punta
las labores se callaban
para poder rodear tanta belleza.

(Analía Giordanino, Nocturna, Ediciones Diatriba, 2009).

4. Pantano. Cecilia Pavón

Mi casa se está poniendo antigua,
está envejeciendo,
las paredes se están descascarando y yo
no tengo plata para arreglarlas.
No importa, me gusta igual, paso la tarde
muy contenta, limpiándola,
las llavecitas de la luz, las manijas
de las puertas de la alacena, la
lámpara de piel.
Ayer me arrodillé ante el paraíso, pero
el paraíso no estaba en mi casa,
estaba en otra parte,
cuando caminé lo vi,
era una plaza.
Una tonta plaza con árboles secos y
adornos de navidad en las ramas,
llena de perros y ancianos, y niños de
muy baja estatura.
La primavera, que dio sus frutos, la había
llenado de pájaros silvestres.
Yo quería entrar, pero tenía rejas
(se las puso la municipalidad).
Rejas negras y filosas y mirándolas
les dije:
«Devuélvanme mi paraíso o tendré
que entrar a las patadas, aunque así
no se entra,
tendré que romper la puerta de cristal con mi cuerpo».

(Cecilia Pavón, Un hotel con mi nombre, Mansalva, 2013).

5. Poema del arquero. Francisco Bitar

Detrás suyo está el gol
por eso sólo a la altura de la línea
el arco es su casa
El área grande representa el cerco
hacia adentro del cual
le es permitido usar las manos
pero lleva guantes
para perder sensibilidad;
lo del área chica sólo él lo entiende
Los partidos con lluvia
se los pasa tirado en el césped
como cartas llegadas
a una casa de campo
En momentos decisivos
-como le ocurre a cualquiera-
saca la estatua que lleva adentro
Espera la primavera para volar de palo a palo.

(Francisco Bitar, Negativos, En Niño Stanton, 2007)

6. Loreley El Jaber

El sol se cuela por mi ventana
se instala en mis pies
dibuja sombras
abraza mi cintura
y declara
lo que suelo olvidar:
ese calor que me acaricia
también
es parte de mi suerte.

(Loreley El Jaber, La espesura, Ediciones del Dock, 2016)

Leídos en: DiarioLaNación/2016

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