Hola! Vivo en una ciudad -Buenos Aires- y tu relato me hizo dar cuenta cuánto tiempo hace que no tomo contacto con el campo, la sierra o el mar. Para colmo, padecer este aislamiento obligatorio por la covid. Qué bajón! Ni bien pueda me hago una escapada a un lugar que me vuelva a conectar con la Madre Naturaleza. Saludos cordiales! NORMA LUZ/la bloguera de aquí.
Cuarenta y nueve días bastan para que los caminos se llenen de hierbas, espigas y flores. Cuarenta y nueve días y esa lluvia generosa que nos ha ido regalando esta primavera de humanidad enclaustrada.
Cuarenta y nueve días para despertar temprano y pedalear sin parar hasta que el aliento entra en estado de fatiga por la falta de costumbre. Pero que importa el aliento cuando ahí afuera la vida se expresa con todos sus matices saturados de color, aroma y música.
Aun es pronto y nadie parece haber transitado por estos caminos durante tanto tiempo. Exactamente cuarenta y nueve días. Un tiempo que quizá nos vino bien para pensar un poco en nuestras vidas. Y es que, de los listados de importancias, se han ido destiñendo mil palabras antes escritas, que dejan tras su huida, esos otros mil huecos, ahora blancos.
Resulta que nuestras vidas cotidianas se esfuman al compás…
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