Tarjeta con frase: Si eres valiente para decir Adios

…la vida te recompensará con un nuevo Hola!

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Paulo Coelho de Souza (Río de Janeiro, 24 de agosto de 1947) es un novelista, dramaturgo y letrista brasileño… uno de los más leídos del mundo.

Tarjeta con frase: Abrazos

«Abraza  oportunidades, abraza amores, abraza palabras, abraza sonrisas, abraza animales, abraza los días, abraza tu vida, abraza la vida.»

Vía: Velos de Falta… (Image may be subject to copyright).

Los hombres no son islas – Thomas Merton

Releyendo del archivo/2010…
Fragmento sobre el amor al prójimo, a sí mismo y a Dios.

Islas-donne“El hombre está dividido contra sí y contra Dios por su egoísmo que lo divide de sus hermanos. Esta división no puede ser sanada por un amor que se coloca solitario en uno de los dos lados de la hendidura; el amor debe alcanzar ambos lados para poder juntarlos.

No podemos amarnos a nosotros mismos si no amamos a los otros; y no podemos amar a otros si no nos amamos a nosotros mismos. Mas un amor egoísta de nosotros mismos nos vuelve incapaces de amar a otros. La dificultad de este mandamientoAmarás a tu prójimo como a ti mismo«) radica en la paradoja de que tendríamos que amarnos inegoístamente porque aun el amor a nosotros mismos es algo que debemos a otros.

Esta verdad nunca es clara mientras presumimos que cada uno de nosotros, individualmente considerado, es el centro del universo. No existimos sólo para nosotros, y únicamente cuando estamos plenamente convencidos de esta verdad comenzamos a amarnos adecuadamente y así también amamos a otros.

¿Qué quiere decir amarnos adecuadamente? Lo primero, desear vivir, aceptar la vida como un inmenso don y un gran bien, no por lo que ella nos da, sino porque nos capacita para dar a otros.

El mundo moderno empieza a descubrir cada vez más que la calidad y la vitalidad de la existencia del hombre dependen de su voluntad secreta de vivir. Existe dentro de nosotros una fuerza oscura de destrucción, que alguien ha llamado el «instinto de la muerte«. Es algo terriblemente poderoso esta fuerza engendrada por el amor propio frustrado que lucha consigo mismo. Es la fuerza del amor de sí mismo que se ha vuelto aborrecimiento de sí mismo, y que, al adorarse, adora el monstruo en que se consuma.

Es, pues, de importancia suprema que consintamos en vivir para otros y no para nosotros mismos. Cuando hagamos esto, podremos enfrentarnos a nuestras limitaciones y aceptarlas. Mientras nos adoremos en secreto, nuestras deficiencias seguirán torturándonos con una profanación ostensible. Pero si vivimos para otros, poco a poco descubriremos
Continuar leyendo «Los hombres no son islas – Thomas Merton»

Enseñanzas del monje vietnamita Thich Nhat Hanh (vía Página 12)

Sobre aprender el arte del sufrimiento…

Thich Nhat Hanh

Por Guillermo Saccomano* – 6 de febrero de 2022

En las noches de verano, la ventana del cuarto abierta al bosque, puede escucharse el mar. También, como si se tratara de un secreteo, algún búho. El silencio, me doy cuenta, no lo es tanto. La prueba está en el eco de las olas, incesantes, persistentes, a veces más alto, a veces más bajo. “Tú que vives entrañadamente afuera/ tal vez puedas decirme/ dónde comienza el ojo de la muerte”, había leído en un poema de Roberto Juarroz. “Yo quiero que me digas/ si también allá afuera/ el tiempo de la muerte ha terminado”. Permanecí despierto hasta tarde en esa incógnita cuya respuesta, si la hay, quizás convenga buscarla en otro lado.

Fue en el primer otoño de la peste, en la librería Del Norte, en Olivos. Una mañana de lluvia entré a guarecerme de la tormenta. El local es chico, pero asombra su provisión abundante y variada de temas, géneros. Me llamó la atención un título: Silencio. Carlos, el librero, un experimentado del mundo editorial, me comentó que lo llevaban mucho los practicantes de yoga. Apenas me puse a curiosearlo comprobé que, bajo la superficie “new age” del libro, había algo más en su fondo. Y empecé a indagar sobre su autor, Thich Nhat Hanh.

Su biografía no era la que cualquiera podía conjeturar de un monje zen. Nacido en Quảng Ngãi en Viet Nam Central en 1926, Nhat Hanh, a los dieciseis ingresó en el monasterio de Từ Hiếu, cerca de Hué. En el 56 ya era editor jefe de un periódico que bregaba por la unificación del país. En los años siguientes fundó una escuela budista y un servicio de ayuda a las zonas rurales para crear escuelas, levantar hospitales y reconstruir pueblos. El activismo y una intensa labor intelectual lo llevaron a Princeton y Columbia. 

En los años 60, mientras enseñaba budismo en las universidades norteamericanas, mientras en su país los monjes se inmolaban incinerándose en las calles reclamando el fin de la guerra, propuso generar comunidades pacifistas, y trabó contacto con Martin Luther King, que lo recomendaría como Premio Nobel de la Paz para 1967, pero ese año, plena Guerra de Vietnam, el comité decidió no otorgar el galardón. En tanto, en Vietnam, su servicio de ayuda era acusado de comunista y perseguido. 

En 1969, Hanh integró la Delegación Budista por la Paz en las conversaciones de negociación de la paz celebradas en París. Cuando los acuerdos se firmaron en 1973 a Nhat Hanh, Viet Nam le negó el retorno a su país y debió permanecer exiliado. A la vez, aunque sectores pacifistas lo seguían, Nhat Hanh resultaba molesto para Estados Unidos al ponerse del lado de los negros y los veteranos de guerra. Finalmente se afincó en Francia y formó una comunidad monástica. Nunca dejó de denunciar el poder armamenticio, el carácter gendarme de los Estados Unidos y, asimismo, de criticar a su propio país que, recién cuando hace unos años padeció un acv, le permitió regresar al templo donde habría de morir a los noventa y cinco y ser despedido por sus discípulos y una multitud de seguidores.

“Meditar no es huir de la sociedad”, sostiene Nhat Hanh, “es regresar a uno mismo y ver qué está pasando. Una vez que hemos visto, debemos actuar. La plena conciencia nos ayuda a saber qué hacer y qué no hacer a fin de ayudar”, escribió. A sus ensayos los coherentiza la preocupación por el dolor, los otros y la cura de las heridas emocionales cuales sean. Todos somos víctimas de algo o de alguien, de un sistema, de un empleo, de una familia, de una pareja. Todos, sin excepción, venimos de algún daño. Intentemos reparar, plantea Nhat Hanh. No importa si se es cristiano, judío o musulmán. Su intención filosófica se transmite a través de prácticas sencillas: la respiración y la meditación.

Aunque su planteo parezca ingenuo, conviene detenerse un momento en sus argumentos. “Es mucho el sufrimiento que suelen generarnos las nociones de nacimiento y muerte o de ir y venir”, escribió. “Nuestra verdadera naturaleza está más allá del ir y del venir. Si tenemos miedo a la muerte es porque no entendemos que en realidad las cosas no mueren. Existe la tendencia a pensar que podemos eliminar aquello que nos desagrada y, por este motivo, se queman aldeas, se matan personas. Pero destruir a alguien no reduce a esa persona a la nada. Su espíritu perdura. Según la sabiduría budista la permanencia o la inmortalidad son nociones equivocadas. Todo es fugaz. Todo transitorio. Y está cambiando de continuo. Nhat Han recuerda a Lavoiser: “Nada se pierde, todo se transforma”. Puedo sentirlo respirando la noche, la ventana abierta al bosque, prestándole atención a una quietud que no es tal: ahí está el susurro de una brisa, el ramaje de las tacuaras, un grillo, y profundo, el mar, su movimiento perpetuo.

En cada uno de sus textos Nhat Hanh consagra la atención como un milagro cotidiano a lograr, algo tan simple como la conciencia de estar aquí en cada paso, cada gesto, la unión de cuerpo y mente. Se puede meditar caminando, dice. Simplemente se trata de caminar con los pies y no con la cabeza. Lejos de ser conformista, un tipo que no acepta la realidad tal cual se presenta, Nhat Hanh acostumbra a ir contra la corriente, y cuestiona la preceptiva del Dalai Lama, autor de El arte de la felicidad. Lo que necesitamos, propone Nhat Hanh, “es aprender el arte del sufrimiento. La idea de la felicidad completa es peligrosa porque en la ausencia del dolor y el sufrimiento la comprensión y la compasión son imposibles. Es ingenuo pensar en la existencia de un lugar sin sufrimiento. Precisamente, el camino que conduce a la cesasión del sufrimiento pasa por el sufrimiento”. En este punto, Hanh suena dostoievskiano: “Todos estamos en el infierno, todos nos acostumbramos a su calor”, afirma con respecto a las miserias y padecimientos de lo cotidiano.

Nhat Han suele ejemplificar sus ideas con citas literarias. Por ejemplo, El extranjero de Albert Camus. Mersault, su protagonista, al enterarse que será ejecutado, repara en el tragaluz de la celda. Tiene la impresión de no haber visto nunca antes el cielo. A partir de ese instante, Mersault, acostado en su camastro, dedicará los tres días que le quedan a observarlo y reflexionar el sentido de su existencia. Cuando un sacerdote viene a visitarlo Mersault se niega a recibirlo. “El cura, dice, vive como un muerto, no como yo, que estoy realmente vivo”. Así como cita a Camus para ejemplificar su pensamiento, Hanh también menciona al poeta René Char: “Si habitas un instante, habitarás la eternidad”. También, a menudo Nhat Hanh recurre a situaciones en apariencia paradojales: “Para que crezca una flor de loto –dice– es necesario el fango. Pues bien, el sufrimiento es el fango necesario para alcanzar la felicidad”. Ni blanco ni negro, ni bien ni mal, contra cualquier dicotomía, en su pensamiento, Nhat Hanh va contra las polarizaciones igual que Roberto Juarroz en otro de sus poemas: “El fondo de las cosas no es la muerte o la vida. /El fondo es otra cosa/ que alguna vez sale a la orilla”. 

Leído en: https://www.pagina12.com.ar/399882-ensenanzas-del-monje-vietnamita-thich-nhat-hanh
*https://www.pagina12.com.ar/autores/842-guillermo-saccomanno

¿Cómo puede uno reconocer la voz de su alma? – Por Yosef Y. Jacobson

Hablar del «alma» parece que sólo es posible por medio de alegorías. Aquí dos muy bellas…

La historia cuenta sobre un rey que una vez decidió premiar a un campesino que le había brindado un gran servicio. «¿Debería darle una bolsa con monedas de oro? ¿Una bolsa con perlas?» pensó el rey. «Pero esto no significa nada para mi. Yo quiero, por primera vez, darle realmente algo que voy a extrañar, un regalo que constituya un sacrificio para mi»

Ahora, este rey tenía un ruiseñor que le cantaba las canciones más dulces que el oído humano haya oído. Él atesoraba a este ruiseñor por encima de todo, y literalmente encontraba su vida imposible sin él. Así que él convocó al campesino a su palacio, y le dio el pájaro. «Esto», dijo el rey, «es en aprecio a tu lealtad y devoción». «Gracias, Su Majestad», dijo el campesino, y llevó el regalo real a su humilde hogar.

Un tiempo después, el rey estaba pasando por el pueblo de este campesino y le ordenó a su chofer frenar frente a la puerta del campesino. «¿Cómo disfrutas de mi regalo?», le preguntó a su querido sujeto. «A decir verdad, Su Majestad», dijo el campesino, «la carne del ave estaba un poco dura, de hecho casi incomible. Pero la cociné con muchas papas, y le dio al guiso un sabor interesante»

Un sabio llora

La historia de Iosef revelándose a sus hermanos luego de décadas de amarga separación, es una de las más dramáticas de toda la Torá. Veintidós años antes, cuando Iosef tenía diecisiete años, sus hermanos lo raptaron, lo tiraron a un pozo, luego lo vendieron como esclavo a los mercaderes egipcios. En Egipto, estuvo doce años en prisión, desde donde se alzó para convertirse en virrey del país. Ahora, luego de más de dos décadas, el momento para la reconciliación había llegado.

«Iosef no pudo contener sus emociones», la Torá relata en la porción semanal. Echó a todos los asistentes egipcios de la recámara. «Y comenzó a llorar tan fuertemente que hasta los egipcios que se encontraban afuera podían escucharlo. Y Iosef le dijo a sus hermanos: «¡Yo soy Iosef! ¿Mi padre sigue vivo?. Sus hermanos quedaron tan atónitos, que no pudieron responder».

El Talmud relata, que cada vez que el gran sabio Rabí Elazar llegaba a este versículo, «Sus hermanos estaban tan atónitos que no pudieron responder», explotaba en llanto. Rabí Elazar solía decir,»Si la reprimenda de un hombre de carne y hueso (Iosef) es tan poderosa que causa tanta consternación, la reprimenda del Di-s (cuando llegue) será mucho mayor y causará mucha más vergüenza»

Pero, dos puntos en la declaración de Rabí Elazar, parecen estar errados. Para empezar, el versículo no dice que Iosef los reprimió. El versículo declara meramente que «Iosef le dijo a sus hermanos: ¡Yo soy Iosef! ¿Mi padre sigue vivo?». Esto no suena como una reprimenda.

Segundo, la comparación entre la reprimenda de Iosef a sus hermanos y la reprimenda de Di-s hacia la humanidad parece exagerada. Los hermanos en persona vendieron a Iosef a la esclavitud, subyugándolo al peor tipo de abuso. Por lo tanto, estaban completamente en shock cuando finalmente se enfrentaron a él. Ninguno de nosotros ha hecho algún enfrentamiento similar con Di-s, como para experimentar tal pavor hacia la reprimenda de Di-s.

El soñador inocente

Para entender esto, debemos recordar la idea establecida numerosas veces que todas las figuras representadas en la Torá no son sólo gente física que vivió en cierto período de tiempo. Ellas también personifican particulares fuerzas psicológicas y espirituales, que existen continuamente dentro del corazón humano.

Iosef es descrito en la Torá como un muchacho bello y elegante, «hermoso de figura y hermoso de aspecto» y como «el dueño de los sueños». De acuerdo a la Kabalá, Iosef simboliza la pura y sagrada alma del hombre, y las travesías y trayectos de Iosef, reflejan los caminos individuales del alma humana.

Por ende, para entender la historia de Iosef, debemos entender la naturaleza de nuestra propia alma.

Una imagen del alma
Aún así, a pesar de la enorme literatura que quiere desaprobar la existencia del alma, los humanos no nos sentimos satisfechos con la descripción de que somos meras máquinas sofisticadas. La»máquina» por alguna razón, se niega tercamente a aceptar que es una máquina y busca más.

¿Qué es lo que el hombre busca?
Experimentamos con muchos comportamientos para poder llenar ese vacío. Nos engranamos con auto gratificaciones, con hacer dinero, con ganar poder y respeto, pero nada de eso lo soluciona. Nos recorremos el mundo, literalmente y figurativamente, y nos damos cuenta que las localidades con las que nos encontramos, llamémoslas gente, cosas, eventos, circunstancias, situaciones, no son los puntos en los cuales podemos descubrir ese algo que pareciera que hemos perdido.

Estamos buscando a nuestras almas
Pero la verdad es que no es una masa de gente, hay algo más en esto, que es la razón por la cual no la llamamos «muchedumbre» sino, «ejército».

La ciencia puede articular el «cuerpo» del ejército, no su alma: su interna identidad, su razón de existir, ese hilo invisible que transforma a millones de personas en una cohesiva entidad.

La vida humana, también, precisa un alma. El alma humana constituye aquella dimensión dentro nuestro que experimenta el singular objetivo de la vida humana, sincronizando las dimensiones del organismo humano y los fragmentados componentes de nuestras vidas diarias con el todo integrado. La vida sin el reconocimiento del alma es como un músico tocando notas cualesquiera sin una visión y un mensaje integrándolas en una singular balada.

Y la «personalidad» y ambiciones del alma son bastante únicas. En el Tania, Rabí Shneur Zalman de Liadi define al alma como una llama que desea salir de su mecha y besar los cielos.»El alma», escribe, «constituye el interrogante del hombre de trascender los parámetros de su ego y estar absorto en la fuente de toda la existencia». El alma prevé el propósito de la vida de convertirse uno con lo Divino.

El Kabalista Rabí Elazar Azkari escribió una plegaria, que describe al alma con las siguientes palabras:«Mi alma está enferma de amor por tí; Oh Di-s, te suplico, por favor cúrala mostrándole la dulzura de Tu esplendor; luego será vigorizada y sanada, experimentando la alegría eterna».

El alma, en otras palabras, constituye esa dimensión de nuestro psiquis que no precisa el auto agrandamiento, dominancia y excesivo materialismo. Desprecia la política, manipulación y deshonra; y rechaza el comportamiento no ético y las falsas fachadas.

¿Cuales son sus aspiraciones? El alma anhela un solo deseo: seguir siendo lo que es, un «fragmento» de Di-s en la tierra, un reflejo de Su dignidad, integridad, misterio e infinidad.

Abuso
Aún así, ¿Cuántos somos concientes de la existencia de tal dimensión en nuestra personalidad? ¿Cuántos de nosotros han prestado atención a las necesidades de nuestra alma? En respuesta a los sueños que nunca terminan del alma y a los deseos que confunden nuestra agenda egocéntrica y disturben nuestros anhelos de un instante de gratificación, muy frecuentemente tomamos al «Iosef» dentro nuestro y lo tiramos a un pozo. Atentamos relegar sus sueños y pasiones a las bodegas subconscientes (el pozo) de nuestro psiquis.

Cuando eso no funciona, porque podemos todavía oír nuestras silenciosas súplicas de cambiar la dirección de la vida, vendemos a «Iosef» como esclavo a gente extraña, dejando que nuestras almas queden subyugadas a las fuerzas que nos conducen y que son forasteras a su propia identidad.

Exposición
Sin embargo, en cada una de nuestras vidas el momento llega cuando nuestro «Iosef» interno, quien ha sido forzado a ocultar su verdad por tantos años, emerge de lo oculto y nos revela su propia identidad. En ese momento, comenzamos a descubrir su belleza pura y profunda de nuestra alma y nuestros corazones se llenan de vergüenza.

La humillación que los hermanos experimentaron cuando Iosef se les reveló, no provenía del hecho que él los reprimió por haberlo vendido como esclavo. La mera apariencia de Iosef constituyó para ellos la amonestación más poderosa: Por primera vez se dieron cuenta quién era el que habían subyugado a tal horrible abuso y sus corazones se derritieron en vergüenza.

Similarmente, Rabí Elazar estaba diciendo, cuando llegue el día vamos a darnos cuenta la santidad espiritual y Divina de nuestras personalidades internas, vamos a estar completamente asombrados. Vamos a preguntarnos una y otra vez, ¿Cómo pudimos dejar que esta inocente y bella alma sea arrojada al oscuro y tenebroso pozo?

¿Cómo pudimos permitirnos agarrar a este profundo ruiseñor, capaz de producir la más bella de las músicas, y faenarlo como un pollo?

Por Yosef Y. Jacobson

El rabino Yosef Y Jacobson ha dictado cursos y conferencias sobre jasidismo a público judío y no judío en seis continentes y veinte estados es el autor de la serie “El cuento de dos Almas”.
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