Racismo: Identidad. Otredad interna. Rol del Otro

Sobre el racismo… La palabra “todos” ¿hace de todos “iguales”? Del Otro que es preciso suprimir para hacer emerger la propia identidad… El racismo aparece cuando nos damos cuenta de que el otro diferente se nos puede parecer. Qué se juega en la obligación (que puede ser también deseo) de adoptar la lengua del Otro? Cómo liberarse de la lengua del colonizador? 

El racismo ante el Psicoanálisis y la Antropología. La lengua del Otro. 

Por Sara Vasallo*

«Entre una cultura y otra, pese a los esfuerzos de comprensión que se hagan (esfuerzos que componen la historia misma de la antropología), hay un vacío imposible de colmar. Por más que el antropólogo se esmere en traducir el ritual de una sociedad que no es la suya a los términos de su propia cultura, quedará un resto imposible de decir. Tanto la etnología como el psicoanálisis nos dicen que no hay Otro del Otro. Los jesuitas y dominicanos que reemplazaban los nombres de las divinidades de los araucanos o guaraníes por los nombres de los dioses de su propia religión, para plegarlos a su cultura, no lograron hacer entrar al araucano o al guaraní en su orden simbólico católico y occidental, y si lo hicieron fue a costa de conflictos irreparables. El núcleo de lo real que encierra el orden del significante, tal como lo entiende Lacan, es decir, la materialidad imposible de absorberse en el significado (que es ideal), separa a las culturas. Cómo entrar en Otro significante (otra cultura) que no se haya elaborado en nosotros al nivel inconsciente? Incluso dentro de lenguas pertenecientes a la misma raíz, estamos seguros de hablar la lengua del Otro, aunque la hayamos aprendido y sea semejante a la nuestra? Pero toda lengua es Otro, hasta la propia, se dirá, lo cual es cierto. Somos extraños de algún modo a nuestra propia lengua, desde adentro de ella aunque, gracias al cielo, la familiaridad con nuestra lengua materna nos engañe. Si alguien debe asumir esa doble extrañeza (externa e interna) es el etnólogo, y a veces lo paga muy caro (con la locura, por ejemplo). Pero qué ocurre cuando una lengua fue impuesta por la fuerza a una cultura extraña, que ya poseía la propia, como es el caso por ejemplo en las antiguas colonias francesas? La historia de la descolonización nos muestra que el autóctono que se independizó lo hizo en la lengua del dominador. Una de las preguntas que el psicoanálisis plantea al historiador o al antropólogo de los procesos descolonizadores es: cómo liberarse de la lengua del colonizador en el proceso de la descolonización?

Los intelectuales que fueron voceros de los procesos de la descolonización francesa (Memmi en Túnez, Camus o Frantz Fanon en Argelia, por ejemplo) se expresaron en francés. No podía ser de otro modo, habían nacido en una colonia francesa. Sus mensajes de liberación se decían, escribían y transmitían en la lengua del colonizador. Tenían esos mensajes la misma significación al ser retomados o repetidos por el colonizado? El detalle no había pasado desapercibido a Sartre. Cuando la élite europea lanzaba palabras como “Partenón”, “Fraternidad”, escribía Sartre en 1961 en el prefacio a Los condenados de la tierra: “En algún lugar de Africa o Asia se abrían labios para decir: ‘tenón’, ‘nidad’”. Dicho de otro modo, una vez operada la descolonización, el ‘todos somos iguales’ enunciado por el ex colonizador (el liberal, el hombre de izquierda, por ejemplo, o el humanista, desde la fuerza generosa que le da el haber abandonado el poder) tiene el mismo sentido del “todos somos iguales” con el que el (des)colonizado reivindica sus derechos (a independizarse, a votar, a tener un alojamiento y educación)? La frase es la misma y el sujeto gramatical también, pero es idéntico el sujeto de la enunciación? La palabra “todos” hace de todos “iguales”?

Un texto inolvidable del psicoanalista Octave Mannoni, en 1966, mostraba ya de qué manera la solución encerrada en el enunciado universalistatodos los hombres son semejantes” no era más que la negación inoperante del enunciado racista al que se opone. Prueba de ello era, paradójicamente, el hecho de que los más clarividentes entre los miembros de los movimientos negros de liberación terminaban por considerar el enunciado “El blanco es superior al negro” como más cercano a la realidad, en el fondo, que la negación universalista de los intelectuales blancos, donde se diluían todas las diferencias. Preferían ser amados por su diferencia a ser absorbidos en una categoría universal. La concepción universalista develaba su verdadera naturaleza, decía Mannoni, es decir, era una mera resistencia. A qué resistía, de qué temible realidad era la escapatoria? A lo que el Otro revela en el sujeto. Lo decisivo del texto de Mannoni es mostrar que, si el racismo es un síntoma que puede revestir diferentes significaciones (en la paranoia, en la perversión), negro es un significante dentro del discurso del blanco, no es una idea. Para el discurso universalista, se diría, hay Otro del Otro, lo cual trae como consecuencia en ese caso específico que es el blanco el que sigue afirmando la Verdad, una verdad ideal más allá del significante, con la que el negro, el árabe o el oriental no podrán conformarse. Cosa curiosa, lo que Mannoni descubría al “descolonizarse a sí mismo”, era que el Otro (el negro, el malgache) era el que revelaba al blanco a sí mismo. Lo que le revelaba, aunque Mannoni no lo diga en esos términos, es la existencia misma del significante.

Dicho de otro modo y tal vez un poco rápido, es el Otro diferente el que nos pone frente a nuestra otredad interna. No se trata de la otredad naturalizada por discusiones a nivel científico sobre las diferencias raciales, por ejemplo. El Otro que plantean, juntos, el psicoanálisis y la antropología, se sitúa en otro plano, es el Otro al que le falta un significante para completarse, revelado, entre una cultura y otra, por esa falta misma que impide toda traducción. Justamente porque no puede traducirse en otra (justamente porque no hay metalenguaje), la lengua, como el deseo, es indestructible.

Si es así, algo en la lengua debe resistir a los procesos llamados de descolonización. La lengua que fue arrasada por el dominador persiste (en el azteca o el mapuche, aun cuando ya no la hablen), como resistencia sorda debajo de la que causó su pérdida. ¿Qué se juega en la obligación (que puede ser también deseo) de adoptar la lengua del Otro? Todo acto, dice Lacan, transforma al sujeto. Qué ocurre, por ejemplo, con ese acto por excelencia que consiste en reemplazar la lengua autóctona por la transmitida por el colonizador incorporada en el inconsciente? Para los escritores árabes que escriben en francés y no en su lengua autóctona, por ejemplo, cuál de las dos es la suya? Ya sea en Francia o en la ex colonia, en cuál de las dos lenguas deben escribir para hacerse oír?

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Los libros que nos hacen imaginar al otro son un antídoto contra el fanatismo y el odio. Amos Oz

Fragmento – Desde el Archivo/2006… 

“Los libros que nos hacen imaginar al otro son un antídoto contra el fanatismo y el odio. Así como es enormemente difícil definir la verdad, pero muy fácil detectar una mentira, a veces puede resultar difícil definir el bien, pero el mal desprende un olor inconfundible; cualquier niño sabe lo que es el dolor. Por consiguiente, cada vez que causamos dolor a otra persona de manera deliberada, sabemos lo que estamos haciendo. Estamos haciendo el mal. Sin embargo, los tiempos modernos han cambiado todo eso. Han difuminado la clara distinción que hacía la humanidad desde su más tierna infancia, desde el Edén. …

Todavía hoy, algunos especialistas en ciencias sociales, sencillamente, no hablan del bien ni del mal. … ambos quedaron abolidos por la idea de que las circunstancias son siempre las responsables de las decisiones humanas, las acciones humanas y, sobre todo, el sufrimiento humano. La culpa es de la sociedad. La culpa es de una niñez difícil. La culpa es de la política. El colonialismo. El imperialismo. El sionismo. La globalización. Así comenzó el gran campeonato mundial del victimismo. …

El siglo XX fue el peor escenario de maldad sanguinaria que ha visto la historia. Las ciencias sociales fueron incapaces de predecir, afrontar o incluso comprender ese mal moderno y tecnologizado. El mal del siglo XX se disfrazó, muchas veces …

Hoy, después de haber sobrevivido al mal del poder totalitario, tenemos profundo respeto por las culturas. Por las diversidades. Por el pluralismo. Conozco a algunas personas dispuestas a matar a cualquiera que no sea pluralista. El posmodernismo volvió a dar trabajo a Satán

El diablo es siempre el sistema. Esto es, en mi opinión, una horterada ética. … En el mundo hay buenas personas. En el mundo hay malas personas. …

A mi juicio, el mal supremo en el mundo no es la guerra, en sí, sino la agresividad. La agresividad es ‘la madre de todas las guerras’. …

El Fausto de Goethe nos recuerda de forma indeleble que el diablo no es impersonal, sino personal. Que el diablo pone a prueba a cada individuo, y cada uno puede aprobar o suspender. Que el mal es tentador y seductor. Que la agresividad puede abrirse un hueco en cada uno. … a veces podemos equivocarnos. Ahora bien, incluso cuando tomamos una decisión equivocada, sabemos lo que estamos haciendo. Sabemos cuál es la diferencia entre el bien y el mal, entre causar dolor y curarlo …

Crecí en la Jerusalén de los años cuarenta como un niño muy nacionalista, incluso chauvinista, y prometí no poner nunca el pie en suelo alemán e incluso no comprar nunca un producto alemán. Lo único a lo que no me sentí capaz de renunciar fue a los libros alemanes. … Después de leer a esos autores y a otros, ya no pude limitarme a seguir odiando todo lo alemán del pasado, el presente y el futuro.

En mi opinión, imaginar al otro es un potente antídoto contra el fanatismo y el odio. Creo que los libros que nos hacen imaginar al otro pueden hacernos más inmunes contra las estratagemas del mal, el Mefisto del corazón. …. Ellos, junto con una serie de amigos alemanes muy queridos, me obligaron a romper mis tabúes y abrir la mente y, al final, el corazón. Volvieron a mostrarme los poderes curativos de la literatura.

Imaginar al otro no es una mera herramienta estética. Es además, a mi juicio, un imperativo moral fundamental. Y, sobre todo, imaginar al otro es un placer humano profundo y muy sutil.”

Del discurso que el escritor AMOS OZ (israelí, n.1939) leyó en FRANCFORT en 2005, durante la recepción del PREMIO GOETHE.

Leído en: Revista http://www.elarcadigital.com.ar  /  Diciembre/2005

(Archivo BlogAcuarelaDePalabras/2006)

Qué es un fanático. Erich Fromm

“¿Qué es un fanático? ¿Cómo podemos reconocerlo?

Cuando la convicción genuina ha llegado a ser rara, como ocurre hoy, hay la tendencia a llamar “fanático” a todo el que tenga una fe profunda en una convicción espiritual o científica que difiera radicalmente de las opiniones de los otros y que todavía no haya sido probada. Si así fuese en verdad, entonces los más grandes y valientes entre los hombres -Buda, Isaías, Sócrates, Jesús, Galileo, Darwin, Marx, Freud, Einstein- habrían sido todos fanáticos.

El interrogante de quién es fanático a menudo no puede responderse con sólo juzgar los contenidos de una aserción. Por ejemplo, la fe en el hombre y en sus potencialidades no puede ser probada intelectualmente, aunque ella puede estar hondamente enraizada en la auténtica experiencia, en el modo de sentir del creyente.

Asimismo, en el pensamiento científico hay a menudo una gran distancia desde el estadio de formación de la hipótesis hasta el de la prueba válida, y el científico necesita tener fe en su pensar hasta que pueda llegar al estadio de la prueba.

A decir verdad, hay muchas aserciones que están claramente en contraste con las leyes del pensamiento racional, y quienquiera sustente una inquebrantable creencia en ellas puede ser llamado correctamente un fanático. Pero a menudo no es fácil decidir qué es irracional y qué no lo es, y ni la “prueba” ni el consenso general son criterios suficientes.

Prácticamente, es más fácil reconocer al fanático por algunas cualidades de su personalidad antes que por el contenido de sus convicciones.

La más importante cualidad personal del fanático -habitualmente observable- es una especie de “fuego frío”, una pasión que al mismo tiempo carece de calor.

El fanático no se siente ligado al mundo que está a su alrededor; no se preocupa por nadie ni por nada – aunque pueda proclamar su preocupación como parte importante de su “fe”. El frío resplandor de sus ojos a menudo nos dice más acerca de la calidad fanática de sus ideas que la evidente irrazonabilidad de sus ideas mismas.

Hablando en un plano más teórico, el fanático puede ser definido como una persona altamente narcisista, que está desvinculada del mundo exterior. En realidad, no siente nada, puesto que el sentimiento auténtico es siempre el resultado de la interrelación entre uno mismo y el mundo.

La patología del fanático es similar a la del deprimido, que sufre no de su tristeza ( lo que sería un alivio) sino de su incapacidad de sentir nada. El fanático es diferente del deprimido ( y en ciertos aspectos similar al maníaco) en cuanto ha encontrado un escape a la depresíón aguda.

Se ha construido para sí mismo un ídolo, un absoluto, al cual se entrega completamente, pero del cual él mismo constituye una parte. En consecuencia, actúa, piensa y siente en nombre del ídolo, tiene la “ilusión de sentir”, de la excitación interior, aunque no tiene sentimiento auténtico. Vive en un estado de excitación narcisista, desde que ha ahogado el sentimiento de su aislamiento y de su vaciedad en una total sumisión al ídolo y en la simultánea deificación de su propio yo, que él ha erigido en parte del ídolo.

Es un apasionado en su sumisión idolátrica y en su grandiosidad, pero frío en su incapacidad para la vinculación y el sentimiento genuinos. Su actitud podría definirse simbólicamente como “hielo que quema”. 

Será particularmente engañoso para los demás si el contenido del ídolo es el amor, la fraternidad, Dios, la salvación, el país, la raza, el honor, etcétera, antes que la destructividad u hostilidad francas, o el desembozado deseo de conquista. Pero en lo que a la realidad humana concierne, poco importa la naturaleza del ídolo.

El fanatismo es siempre el resultado de la incapacidad para mantener vinculaciones humanas auténticas. Él fanático es tan seductor, y por ello políticamente tan peligroso, ¡porque parece sentir tan intensamente y estar tan convencido! Desde que todos anhelamos la certidumbre la experiencia apasionada ¿ha de sorprendernos que el fanático logre atraer a tantos con su remedo de fe y sentimientos?

El pensamiento político paranoide, proyectivo y fanático son formas genuinamente patológicas de los procesos del pensamiento, que difieren de la patología en el sentido corriente sólo por el hecho de que los pensamientos políticos son compartidos por un grupo más amplio de personas y no restringidos a uno o dos individuos.

Esas formas patológicas de pensar no son, sin embargo, las únicas que obstruyen el camino a la comprensión apropiada de la realidad política.

Hay otras formas de pensar, que quizá no debieran llamarse patológicas, pero que son igualmente peligrosas, sólo porque son más comunes. Me refiero especialmente al pensar inauténtico, de autómata.

El proceso es simple: creo que algo es verdad no porque yo haya llegado a ese pensamiento, por mi propio pensar, basado en mi observación y experiencia propias, sino porque él me ha sido “sugerido”.

En el pensar de  autómata yo puedo tener la ilusión de que mis pensamientos me son propios, cuando en realidad los he adoptado porque me han sido propuestos por fuentes que llevan consigo el peso de la autoridad, en una u otra forma.”

Tomado del libro de Erich Fromm:  ¿Podrá sobrevivir el hombre?”
Leído en: Congregación unitaria de México

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Antídotos contra el fanatismo y el odio… Amos Oz.

Fragmento

“Los LIBROS QUE NOS HACEN IMAGINAR AL OTRO son un ANTIDOTO contra el fanatismo y el odio. Así como es enormemente difícil definir la verdad, pero muy fácil detectar una mentira, a veces puede resultar difícil definir el bien, pero el mal desprende un olor inconfundible; cualquier niño sabe lo que es el dolor. Por consiguiente, cada vez que causamos dolor a otra persona de manera deliberada, sabemos lo que estamos haciendo. Estamos haciendo el mal. Sin embargo, los tiempos modernos han cambiado todo eso. Han difuminado la clara distinción que hacía la humanidad desde su más tierna infancia, desde el Edén. …

Todavía hoy, algunos especialistas en ciencias sociales, sencillamente, no hablan del bien ni del mal. … ambos quedaron abolidos por la idea de que las CIRCUNSTANCIAS son siempre las RESPONSABLES de las decisiones humanas, las acciones humanas y, sobre todo, el sufrimiento humano. La culpa es de la sociedad. La culpa es de una niñez difícil. La culpa es de la política. El colonialismo. El imperialismo. El sionismo. La globalización. Así comenzó el gran campeonato mundial del victimismo. …

El siglo XX fue el peor escenario de maldad sanguinaria que ha visto la historia. Las ciencias sociales fueron incapaces de predecir, afrontar o incluso comprender ese mal moderno y tecnologizado. El mal del siglo XX se disfrazó, muchas veces …

Hoy, después de haber sobrevivido al mal del poder totalitario, tenemos profundo respeto por las culturas. Por las diversidades. Por el pluralismo. Conozco a algunas personas dispuestas a matar a cualquiera que no sea pluralista. El posmodernismo volvió a dar trabajo a Satán …

El diablo es siempre el sistema. Esto es, en mi opinión, una horterada ética. … En el mundo hay buenas personas. En el mundo hay malas personas. … Continuar leyendo «Antídotos contra el fanatismo y el odio… Amos Oz.»

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