Una palabra digo, la más dulce,
la más virgen, la más sabrosa y táctil
la que nunca envejece, la que aviva,
la que alumbra las cumbres y los valles,
las sombras y las noches y los mares.
La palabra que encera los espacios
y es candela de ricos y de pobres
y es ventana de azules y de tierras,
cerradura de sueños y enrejado
de flores, cual suspiros cultivados.
Una palabra digo, que es el Arte
El Norte el Sur, la dicha, lo presente,
la confluencia, el centro, lo cercano,
la grandeza, la anchura, los perfiles…
las espigas, los surcos, los renglones,
el camino, los puentes, la belleza.
Las haces de la unión y los montones
de nudos, y de enredos y de cuerdas
ataduras de una sola palabra
que lleva hilo de oro entre cadenas.
Palabra que es artesa, odre y estuche
taza y sagrario, baúl y laberinto
bandeja y tiempo y ritmo en permanencia.
La medida, la intensidad, lo exacto
lo oportuno, lo grave, lo concreto
es la palabra que se salva siempre:
bondad, caricia, alabanza, ingenio…
La persuasión sagrada que convence
la esclavitud divina en lo rebelde.
Y es sólo una palabra, un solo acierto
beso envuelto en fragancia, transparencia
seguridad, oficio, gran consuelo.
Es palabra de paz hecha plegaria
Es palabra de un dios que no se queja
nuestra primera y última palabra
la que lo sabe todo desde siempre
la que adivina todo y se lo calla.
Es el grial que eleva la andadura
¿elixir celestial? Relámpago en la noche
rayo que hiere y cura, melodía…
o flor que se abre
se abre
al viento entre cadencias…
y arde
arde en volcán de abismos y fragancias
quemando el dulce sueño de la vida:
y esa palabra que os digo
es: ¡MADRE!
©Julie Sopetrán (De mi libro: Madre América)
http://eltiempohabitado.wordpress.com/2014/05/04/mi-sola-palabra-2/
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