Enseñanzas del monje vietnamita Thich Nhat Hanh (vía Página 12)

Sobre aprender el arte del sufrimiento…

Thich Nhat Hanh

Por Guillermo Saccomano* – 6 de febrero de 2022

En las noches de verano, la ventana del cuarto abierta al bosque, puede escucharse el mar. También, como si se tratara de un secreteo, algún búho. El silencio, me doy cuenta, no lo es tanto. La prueba está en el eco de las olas, incesantes, persistentes, a veces más alto, a veces más bajo. “Tú que vives entrañadamente afuera/ tal vez puedas decirme/ dónde comienza el ojo de la muerte”, había leído en un poema de Roberto Juarroz. “Yo quiero que me digas/ si también allá afuera/ el tiempo de la muerte ha terminado”. Permanecí despierto hasta tarde en esa incógnita cuya respuesta, si la hay, quizás convenga buscarla en otro lado.

Fue en el primer otoño de la peste, en la librería Del Norte, en Olivos. Una mañana de lluvia entré a guarecerme de la tormenta. El local es chico, pero asombra su provisión abundante y variada de temas, géneros. Me llamó la atención un título: Silencio. Carlos, el librero, un experimentado del mundo editorial, me comentó que lo llevaban mucho los practicantes de yoga. Apenas me puse a curiosearlo comprobé que, bajo la superficie “new age” del libro, había algo más en su fondo. Y empecé a indagar sobre su autor, Thich Nhat Hanh.

Su biografía no era la que cualquiera podía conjeturar de un monje zen. Nacido en Quảng Ngãi en Viet Nam Central en 1926, Nhat Hanh, a los dieciseis ingresó en el monasterio de Từ Hiếu, cerca de Hué. En el 56 ya era editor jefe de un periódico que bregaba por la unificación del país. En los años siguientes fundó una escuela budista y un servicio de ayuda a las zonas rurales para crear escuelas, levantar hospitales y reconstruir pueblos. El activismo y una intensa labor intelectual lo llevaron a Princeton y Columbia. 

En los años 60, mientras enseñaba budismo en las universidades norteamericanas, mientras en su país los monjes se inmolaban incinerándose en las calles reclamando el fin de la guerra, propuso generar comunidades pacifistas, y trabó contacto con Martin Luther King, que lo recomendaría como Premio Nobel de la Paz para 1967, pero ese año, plena Guerra de Vietnam, el comité decidió no otorgar el galardón. En tanto, en Vietnam, su servicio de ayuda era acusado de comunista y perseguido. 

En 1969, Hanh integró la Delegación Budista por la Paz en las conversaciones de negociación de la paz celebradas en París. Cuando los acuerdos se firmaron en 1973 a Nhat Hanh, Viet Nam le negó el retorno a su país y debió permanecer exiliado. A la vez, aunque sectores pacifistas lo seguían, Nhat Hanh resultaba molesto para Estados Unidos al ponerse del lado de los negros y los veteranos de guerra. Finalmente se afincó en Francia y formó una comunidad monástica. Nunca dejó de denunciar el poder armamenticio, el carácter gendarme de los Estados Unidos y, asimismo, de criticar a su propio país que, recién cuando hace unos años padeció un acv, le permitió regresar al templo donde habría de morir a los noventa y cinco y ser despedido por sus discípulos y una multitud de seguidores.

“Meditar no es huir de la sociedad”, sostiene Nhat Hanh, “es regresar a uno mismo y ver qué está pasando. Una vez que hemos visto, debemos actuar. La plena conciencia nos ayuda a saber qué hacer y qué no hacer a fin de ayudar”, escribió. A sus ensayos los coherentiza la preocupación por el dolor, los otros y la cura de las heridas emocionales cuales sean. Todos somos víctimas de algo o de alguien, de un sistema, de un empleo, de una familia, de una pareja. Todos, sin excepción, venimos de algún daño. Intentemos reparar, plantea Nhat Hanh. No importa si se es cristiano, judío o musulmán. Su intención filosófica se transmite a través de prácticas sencillas: la respiración y la meditación.

Aunque su planteo parezca ingenuo, conviene detenerse un momento en sus argumentos. “Es mucho el sufrimiento que suelen generarnos las nociones de nacimiento y muerte o de ir y venir”, escribió. “Nuestra verdadera naturaleza está más allá del ir y del venir. Si tenemos miedo a la muerte es porque no entendemos que en realidad las cosas no mueren. Existe la tendencia a pensar que podemos eliminar aquello que nos desagrada y, por este motivo, se queman aldeas, se matan personas. Pero destruir a alguien no reduce a esa persona a la nada. Su espíritu perdura. Según la sabiduría budista la permanencia o la inmortalidad son nociones equivocadas. Todo es fugaz. Todo transitorio. Y está cambiando de continuo. Nhat Han recuerda a Lavoiser: “Nada se pierde, todo se transforma”. Puedo sentirlo respirando la noche, la ventana abierta al bosque, prestándole atención a una quietud que no es tal: ahí está el susurro de una brisa, el ramaje de las tacuaras, un grillo, y profundo, el mar, su movimiento perpetuo.

En cada uno de sus textos Nhat Hanh consagra la atención como un milagro cotidiano a lograr, algo tan simple como la conciencia de estar aquí en cada paso, cada gesto, la unión de cuerpo y mente. Se puede meditar caminando, dice. Simplemente se trata de caminar con los pies y no con la cabeza. Lejos de ser conformista, un tipo que no acepta la realidad tal cual se presenta, Nhat Hanh acostumbra a ir contra la corriente, y cuestiona la preceptiva del Dalai Lama, autor de El arte de la felicidad. Lo que necesitamos, propone Nhat Hanh, “es aprender el arte del sufrimiento. La idea de la felicidad completa es peligrosa porque en la ausencia del dolor y el sufrimiento la comprensión y la compasión son imposibles. Es ingenuo pensar en la existencia de un lugar sin sufrimiento. Precisamente, el camino que conduce a la cesasión del sufrimiento pasa por el sufrimiento”. En este punto, Hanh suena dostoievskiano: “Todos estamos en el infierno, todos nos acostumbramos a su calor”, afirma con respecto a las miserias y padecimientos de lo cotidiano.

Nhat Han suele ejemplificar sus ideas con citas literarias. Por ejemplo, El extranjero de Albert Camus. Mersault, su protagonista, al enterarse que será ejecutado, repara en el tragaluz de la celda. Tiene la impresión de no haber visto nunca antes el cielo. A partir de ese instante, Mersault, acostado en su camastro, dedicará los tres días que le quedan a observarlo y reflexionar el sentido de su existencia. Cuando un sacerdote viene a visitarlo Mersault se niega a recibirlo. “El cura, dice, vive como un muerto, no como yo, que estoy realmente vivo”. Así como cita a Camus para ejemplificar su pensamiento, Hanh también menciona al poeta René Char: “Si habitas un instante, habitarás la eternidad”. También, a menudo Nhat Hanh recurre a situaciones en apariencia paradojales: “Para que crezca una flor de loto –dice– es necesario el fango. Pues bien, el sufrimiento es el fango necesario para alcanzar la felicidad”. Ni blanco ni negro, ni bien ni mal, contra cualquier dicotomía, en su pensamiento, Nhat Hanh va contra las polarizaciones igual que Roberto Juarroz en otro de sus poemas: “El fondo de las cosas no es la muerte o la vida. /El fondo es otra cosa/ que alguna vez sale a la orilla”. 

Leído en: https://www.pagina12.com.ar/399882-ensenanzas-del-monje-vietnamita-thich-nhat-hanh
*https://www.pagina12.com.ar/autores/842-guillermo-saccomanno

Darío Sztajnszrajber: «El único amor verdadero es el amor imposible» (vía Página 12)

Por Oscar Ranzani – 3 de febrero de 2022

Darío Sztajnszrajber tiene una gran virtud: facilita la comprensión de aspectos que, a priori, son difíciles. Su manera de pensar la filosofía lo ha acercado a un público masivo, y demostró que no necesaria ni exclusivamente la divulgación de la filosofía debe estar enclaustrada en las academias. … la charla Deconstrucciones: el amor, el poder y la muerte, en Ciudad Cultural Konex (Sarmiento 3131) para desanudar algunos conceptos clave que atraviesan a todos y todas.

¿Cuál de los dos temas son los más importantes para el ser humano? ¿El amor o la muerte? “Cuando das una clase de filosofía y nadie te está atendiendo, se sabe que hay tres temas que automáticamente generan la atención de todos: la muerte, Dios y el amor. Es instantáneo. Nadie te está escuchando y de repente arrojas por ahí un ‘¿Saben que la muerte es inminente, o sea que cualquiera puede morirse ahora?’. Y tenés a todo el mundo con la disposición a pleno”, señala el filósofo en diálogo con Página/12.

Para Sztajnszrajber, la muerte “es un tema más capital, más raigal porque es la que nos define en términos de finitud”. “O sea, somos lo que somos porque morimos”. El filósofo recupera a Byung Chul Han, quien juega en un libro con la idea de “muero, luego existo”. “El morir nos estructura, delinea un determinado tipo de existencia, tanto individual como social. Y no es casual que nos hayamos convertido en una especie que niega a la muerte, o sea, que se niega a sí misma. No hacemos otra cosa que esquivarla, que huirle en el sentido de no pensar en ella”. Sztajnszrajber cita también a Platón: “La filosofía es un ejercicio para la muerte”. “Haciendo filosofía no resolvemos el problema de la muerte sino que convertimos nuestra existencia en problemática, dado el hecho de que nos vamos a morir”, dice el autor de Filosofía a martillazos, entre otras publicaciones.

“El amor es ese deseo por querer por un lado comprender este límite, pero también por trascenderlo. Creemos que amando podemos trascender a la muerte. A veces siento que depositamos en el amor demasiado poder salvífico. Tal vez la pregunta sería: ¿cuál de ambas ausencias nos transformaría en algo no humano? Ambas nos convertirían en otra entidad, nos transformarían ontológicamente. Tanto un ser humano que ya no muere como que ya no ama. Yo no lo vería como algo distópico sino como un interesante ejercicio de reflexión sobre nosotros y nuestra actualidad”, plantea.

-Los psicoanalistas suelen decir que la elección del amor es siempre inconsciente. ¿Vos qué pensás?

-Lo extraño es que el pensamiento crítico suele ser muy desenmascarador de los modos en que el sujeto moderno se cree libre y autónomo, pero con el amor deja toda crítica de lado, ¿no? Parecería que cuando elegimos lo que sea, en realidad nos están induciendo a elecciones a partir de dispositivos previos que nos condicionan, pero cuando te enamorás creés realmente que es un sentimiento auténtico que nace de tu “corazón”. Hay algo incalculable en el amor. Incalculable, inconveniente y hasta injusto. No hay cuenta que nos garantice de quién conviene enamorarnos. En general suele ser al revés: nos enamoramos de lo más inconveniente mientas que lo más conveniente no nos despierta ninguna atracción. Ni tampoco el amor es un ejercicio volitivo, una decisión de la voluntad. Yo digo “vamos para allá” y mi cuerpo me responde, pero digo “acá mejor no te enamores” y no solo el cuerpo no me responde, sino que parece estar esperando esta deliberación para actuar exactamente al revés. No hay meritocracia en el amor. Nadie se enamora porque hizo bien las cosas. Hay algo a destiempo siempre en el amor. Justamente su poder está en que se nos escapa permanentemente de lo que queremos que suceda.

-¿Se puede responder desde la filosofía la pregunta acerca de qué es lo que hace que un sujeto se enamore?

-La teoría del amor como búsqueda de la otra mitad nos hizo creer que cuando uno llega a un vínculo realmente recorrió un amplio margen de posibilidades, pero la endogamia es total. Solemos enamorarnos de alguien muy cercano y no solo en lo territorial sino sobre todo en su identidad. Solemos enamorarnos de alguien muy parecido a nosotros. De ahí el éxito de la metáfora de la otra mitad que si es mi otra mitad, es similar a mí. ¿De quién me enamoro en la metáfora de la otra mitad? ¿Por qué estoy buscando algo demasiado cercano a mí mismo? Es en este acto que pierdo la posibilidad de encontrarme con el otro y a mí me interesa un amor cuyo propósito sea esa relación conflictiva con el otro. En la idea de la otra mitad suelo proyectar mi necesidad sobre el otro y convertirlo en lo que yo necesito que el otro sea. Y de ese modo, lo anulo al otro, lo «desotro». Termina siendo un amor con uno mismo que usa al otro para su necesidad. Creo que el amor es el otro. Y el otro nunca cierra. El amor es conflicto porque se encuentran dos diferencias que para seguir siendo singulares nunca tienen que cerrar. De ahí que el único amor verdadero sea el amor imposible…

-¿El deseo tiene sentido porque existe la muerte? Porque si no existiera la muerte habría tiempo de concretar todos los deseos probablemente…

-Ja. Dicen también que si no existiera la muerte, directamente no existiría el deseo. Recuerdo el famoso cuento de Borges, “El inmortal”, donde un ser inmortal permanece recostado más de 80 años hasta que se confunde con el suelo. Cuando Heidegger define el ser para la muerte lo que nos propone es realmente pensar que el acontecimiento de nuestro propio morir delinea, define y determina todo lo que hacemos. Por eso el sustraernos de la muerte sería tan revolucionario: no se trataría de dejar de morir y ya, sino de un cambio en la ontología misma del mundo. A tal punto que hoy no podemos ni siquiera imaginarnos ese hecho, ya que lo pensamos desde categorías propias de la finitud. El día que seamos infinitos, nada de lo que pensamos desde lo finito, creo, se mantendrá en pie. Por eso hay mucha resistencia y muchos que defienden el carácter finito de lo humano como un valor. Hay que defender la conciencia de finitud frente a aquellos que se aprovechan de nuestro miedo para bajar su línea, pero claramente no hay mañana que no me despierte con la angustia de saber que en cualquier momento me puedo llegar a morir…

-El ser humano es el único ser vivo que no acepta su límite como ser biológico. Por eso siempre van existir las religiones y las drogas porque toda idea que le proponga al ser humano un más allá siempre lo va a convencer. ¿Vos qué pensás?

-El modo en que pensamos el más allá está contaminado por el modo en que nos imaginamos ese mas allá desde este más acá. Creo que primero hay que ir por una deconstrucción de esta soberanía humana demasiado creída de sí misma. Los límites no necesariamente tienen que ver con la muerte e igual no los aceptamos. A mí lo que me sorprende es la demasiada confianza que tenemos en todo lo que nos pasa. La finitud tiene que ver con la muerte, pero también con este tipo de cuerpo, de movimiento, de estar arrojados a cierta forma de pensar y sobre todo de hablar. La palabra nos marca un límite. Y el límite es antes que nada frente a la concepción muy de nuestra cultura de que lo podemos todo. De hecho al Dios que inventamos lo hicimos omnipotente. Feuerbach decía que toda teología es una antropología. Resistirnos a los límites es una cuestión de poder. Adán y Eva no “pecan” por curiosos, sino claramente por una cuestión de poder…

Leído en: https://www.pagina12.com.ar/399301-dario-sztajnszrajber-el-unico-amor-verdadero-es-el-amor-impo

Maradona entre filósofos – Ricardo Forster (vía Página/12)

«Diego, Walter Benjamin, el norte y el sur – Un congreso de filosofía en Alemania y una pelea de alto voltaje sobre Maradona, el insolente capaz de plantársele a los poderosos del futbol, de la economía y del espectáculo circense.
Por Ricardo Forster*

Foto: Página/12

(Primeramente, el autor nos contextualiza acerca de cuándo y cómo ocurre lo que pasa a relatar) «… Fue precisamente en uno de esos almuerzos, que en esa ocasión compartimos con cuatro académicos italianos, cuando el nombre de Maradona rompió la serena conversación de filósofos que hablaban de Benjamin y sus múltiples derivas que nos podían llevar a la Alemania nazi o a la revolución rusa o a recorrer las estéticas del barroco o a la experiencia del exilio y el suicidio. Una conversación fluida, algo erudita pese a ciertos desajustes idiomáticos, amablemente intensa pero sin asomo de conflictos o disidencias hasta que, ya no recuerdo quien -sospecho que fuimos los argentinos los que rompimos la monotonía académica- deslizó la palabra fútbol y, como no podía ser de otro modo, eso derivó en las campañas del Napoli y en la demasiado reciente eliminación de Italia en el mundial que ellos mismos habían organizado imaginando una final entre Italia y Alemania sin siquiera poder soñar la pesadilla de Goycochea atajando penales y un relator italiano inmortalizando el “siamo fuori” mientras Maradona y sus compañeros se abrazaban en un estadio napolitano en completo silencio sufriendo por la eliminación de la azzurra y, secretamente, disfrutando con el colosal triunfo del Diego que volvía a concretar una hazaña inimaginable. 

Tres de los italianos eran del norte, uno de Milán, otro de Turín y, si no recuerdo mal, el tercero de Florencia; el cuarto era de Nápoles. Nicolás y yo hicimos una cerrada defensa de Maradona y, para nuestra sorpresa e incredulidad, los tres italianos del norte dejaron su amabilidad y comenzaron a descalificar a Diego con palabras cargadas de resentimiento y racismo. En ellos ya no había erudición ni melancolía por una modernidad en crisis que había cobijado la filosofía de Benjamin. De la posmodernidad insulsa y relativista pasaron, sin estaciones intermedias, a las diatribas más oscuras y antipopulares. El cuarto italiano, el oriundo de Nápoles, se puso hecho una fiera y salió en nuestra defensa. Con pasión habló largamente de Maradona y del fervor sacramental que había despertado en el pueblo de su ciudad. Habló también de la reparación histórica que para los meridionales había significado destronar a la Juventus y a los otros equipos del norte que siempre se repartían los campeonatos y las riquezas mientras en el sur dejaban la miseria y el abandono. Con recursos que no parecía poseer siendo como era un sereno especialista en la filosofía alemana de entreguerras, se lanzó a vindicar a un Maradona convertido, por obra y gracia de la devoción, en el heraldo de los desclasados y de los derrotados, en el redentor de los negros de la historia y en el insolente capaz de plantársele a los poderosos del futbol, de la economía y del espectáculo circense. 

Los otros tres profesores de filosofía, muy elegantes y refinados, a los gritos intentaron acallar el elogio olímpico que el filósofo napolitano estaba ensayando de un Maradona convertido, de repente, en el centro de un litigio cultural y político. Todo el desprecio de los filósofos del norte se dirigió a defenestrar a Maradona, a su conducta extravagante, a sus veleidades de semidios entronizado por la camorra para terminar reivindicando la superioridad del norte frente al sur africanizado. Nicolás y yo, por supuesto, cerramos filas con el ya entrañable amigo napolitano y, de no haber mediado la intervención de otros filósofos neutrales, creo que uno fue Michael Löwy –gran especialista de origen brasileño en Benjamin y residente desde hacía décadas en París- y el otro el presidente del congreso, el profesor Glüber si mal no recuerdo, quienes literalmente lograron separarnos y serenar los ánimos, aquella comida de camaradería hubiera terminado muy mal.

Lo sorprendente había sido que un almuerzo que transcurría serenamente y sin ninguna señal que anticipara lo que iba a ocurrir pocos minutos después, culminó en una casi batalla campal de dos argentinos y un napolitano contra tres desencajados filósofos del norte que, apenas escucharon el nombre de Maradona, se transformaron en bizarros portadores de los peores improperios clasistas y racistas. Una vez más el santo y seña de “Maradona” había funcionado como aglutinador de una nueva fraternidad entre dos sudacas y un meridional contra la soberbia de un norte germanizado y cargado de rencor y resentimiento contra el pobrerío venido del sur tanto de América como de la península. Nosotros, junto con un Maradona imaginario, pasamos a ser, para los filósofos de Milán, Turín y Florencia, oscuros africanos portadores del atraso y la incultura. Ya no se hablaba de Benjamin, de la lectura a contrapelo de la historia de los vencidos que caracterizó su pensamiento filosófico-político, sino que, arrojando al berlinés al tacho de basura, se dedicaron a oponer, una vez más, la eterna disputa entre la civilización -que ellos representaban- y la barbarie -que a la sazón era representada por Maradona-.

Nosotros, maradonianos, éramos, para ellos, incurables portadores de irracionalismo tercermundista. Aquel día sellamos un acuerdo con el único de los cuatro filósofos italianos que se mostró a la altura de una visión benjaminiana de la historia, aquella que defendía a los débiles, a los desarrapados y a los plebeyos todos reunidos en el nombre redentor de Diego Armando Maradona: el dios de los napolitanos y el eterno gambeteador de las injusticias, los poderes y las hipocresías de los dueños de la riqueza y de la pelota y que, otra vez, volvió al potrero de Fiorito del que nació el maldito entre los malditos, aquel que osó desafiar a los “civilizados” para recordarnos aquella frase de Benjamin que decía “que todo acto de cultura es, al mismo tiempo, un documento de barbarie” . Sin apenas darnos cuenta fuimos, Nicolás y yo, testigos y partícipes de un partido que se sigue jugando desde el fondo de la historia: el de los plebeyos representados por un demonio llamado Maradona y el de los poderosos y opulentos incapaces de comprender de qué lado está la verdad, la justicia y la belleza.»

*Ricardo Foster:
https://es.wikipedia.org/wiki/Ricardo_Forster
https://www.pagina12.com.ar/autores/33748-ricardo-forster

Leído en: pagina12.com.ar/308664-maradona-entre-filosofos

La contraseña universal de la rebeldía

25 de noviembre de 2016, su fallecimiento.

Seguirá conduciendo todo espíritu dispuesto a cambiar las cosas

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(Vía Pagina12) «…A quién podría ocurrírsele no sentir admiración fuera de lo ideológico –o dentro y fuera– por quien produjo la epopeya de sostener la dignidad de una isla de 110 mil kilómetros cuadrados a 110 millas del imperio más poderoso de la historia. Una isla que a no ser por él, y los suyos, sería Haití, como referencia de la cercanía geográfica, de la injusticia, la miseria. Todos, los unos y los otros, somos hoy conscientes de que murió el último grande. Visto desde el enemigo, los va a seguir jodiendo desde la tumba por los tiempos de los tiempos y visto desde este palo, seguirá conduciendo todo espíritu dispuesto a cambiar las cosas. Murió la contraseña universal de la rebeldía. Por eso es inmortal.» Eduardo Aliverti

Leído en: https://www.pagina12.com.ar/5400-la-contrasena-universal-de-la-rebeldia. La imagen: Página12.

Leído por ahí: Me gusta leer los diarios en su versión on-line porque la gente deja comentarios

… y estos son dos comentarios realizados debajo de la nota* basada en una entrevista al Dr. Eduardo López, infectólogo, director del posgrado de infectología pediátrica en la UBA**, actualmente asesor del gobierno argentino. Lo traigo al blog porque me encantaron, tanto la pregunta como, y especialmente, la respuesta. Y las transcribo como un homenaje a los científicos argentinos, tantos doctores y “ólogos”, de los que tiene que pasar algo de la envergadura de una pandemia para que se hable de ellos con verdadera admiración: 

“MVC58: No logro imaginar la dedicación de estas personas. Médicos, biólogos, infectólogos, gerontólogos… y otros “ólogos” que pueden dar opiniones fundadas acerca de lo que mejor nos puede proteger…
Tengo claro que el Estado (nosotros todos, desde el peón rural en la patagonia o en el ingenio que sea, hasta el gerente del laboratorio internacional… desde el peón de albañil hasta el futbolista con prensa… pasando por los políticos y especialistas que dieron forma a nuestro sistema educativo…) los ayudó a formarse…
Pero ellos agregaron a su formación algo que es imposible para mí definir…
Garra, coraje, el toque divino… Las habituales expresiones utilizadas para el Diego (Maradona) y para el Leo (Messi) no llegan a explicar lo que trato de razonar…
¿Qué hace que estos profesionales puedan hoy luchar contra el virus? Gracias a ellos estamos sobreviviendo…

Ana 1953: Son niños curiosos que van transitando la vida superando los diferentes niveles de formación simplemente como si nada. Estudiantes eternos. No miden horas ni días, atrapados por su investigación. Pueden olvidar lo simple, como comprar comida para la gata, pero jamás una fórmula. No viven en una burbuja; tienen conciencia social, colaboran con organizaciones o pasan años dando clases sin cobrar. Tienen claro quiénes no los representan (Barañao/Pitta) y por lo que sí hay que jugarse. Mi niño extraño, que hablaba de constelaciones o preguntaba sobre volcanes, al que los hermanos tomaban de punto. Él que se fue por sus méritos y volvió porque sabe, cómo tú dices, que es quién es porque toda una nación le dio la oportunidad de ser un doctor en ciencias, con sus impuestos. Nunca les pagarán como a un futbolista pero, sabes? Creo ni les importa. Ahora soy la que escucha sus consejos porque ya soy grande. Me siento orgullosa de ser la madre de un científico argentino y me da miedo saber que manipula un virus tan traicionero en el laboratorio. Me parece que escribí mucho, pero tu aporte me motivó a contarte cómo son y cómo fueron. Abrazos.

MVC58: Gracias por tu explicación. Abrazos!”

* La nota en: https://www.pagina12.com.ar/261683-coronavirus-no-tendremos-un-pico-como-en-estados-unidos-o-it#  –  La imagen: de allí mismo.

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