Egoísmo tóxico

No es fácil practicar el egoísmo sano… Solemos caer en egoísmos tóxicos…

*El egoísmo avaro que no quiere compartir nada con los demás y bloquea el paso hacia cualquier forma de colaboración

*El egoísmo posesivo o ladrón que anula o restringe el crecimiento normal de otras personas.

*El egoísmo perezoso que se expresa en una permanente apatía, encerrándose sobre sí mismo. Generalmente, va acompañado de muy baja autoestima.

*El egoísmo manipulador que se disfraza de una fingida generosidad, pero sólo busca el propio provecho; éste es el peor.

PD:  A veces, ayudar al otro supone decirle que “NO” a lo que nos pide. Desvivirse por el resto y cambiar la propia felicidad por la de los demás, correspondería a algo así como a una “generosidad mal entendida”.  (basado en la nota “Cómo amarse a uno mismo sin dañar a los demás”)

Acerca de ‘regular’ los egoísmos…

En este blog muchas veces compartimos textos acerca del problema del egoísmo. Aquí les dejo algunos fragmentos de un largo texto leido en el sitio de Revista Topía.

Oscar Sotolano, psicoanalista, hace una reflexión a partir de una charla que ha tenido con otro invitado en un cumpleaños. La conversación transitaba por la crisis económica argentina en los ’90 y aquellos días del ‘cacerolazo’ :

«…-Si cuando vayan a reponer van a tener que pagar otro precio más caro, ¿por qué van a perder dinero? …-Yo trataría de no perder -aclaró. ¿Por qué me van a robar la plata del bolsillo?. -De garantizar la vida de la gente que necesita la insulina que se ocupe el Estado, no yo -fue lo último que dijo. …

La respuesta, creo que muy moderada, me salió del alma: justamente el estado debe ser fuerte y honesto para establecer controles rigurosos sobre unas cuantas cosas, entre otras, para ponerle límite a tu egoísmo. Esa debería ser una función del Estado, controlar el egoísmo de particulares y empresas -reafirmé. …

Este argentino medio, con su convencida reivindicación del egoísmo me hizo transformarme en un discípulo involuntario de Hobbes ( El Estado está para poner coto al egoísmo de los seres humanos) y recordar la archirepetida por nosotros tesis de Freud acerca de la función de la cultura para atenuar ( en vano ) la dimensión mortífera de la pulsión. Pero lo cierto es que lo que mi interlocutor proponía no era la ley de la selva, sino la ley del mercado, que es parecida pero por completo diferente en tanto es profundamente cultural.

…nunca como hoy se ha hecho tan necesario, al menos para mí, tratar de buscar respuestas a la antigua pregunta: ¿cómo regular los múltiples egoísmos en una sociedad más justa para todos?

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