Desde un periódico barrial…
Por Juan Carlos Cena y Elena Luz González Bazán* / MONAREFA especial para Villa Crespo Digital.
12 de abril del 2014
Vi la huelga
En los brazos reunidos
Que apartaban en desvelo
Y en una pausa trémula de lucha
Vi por primera vez lo único vivo
La unidad de la vida de los hombres.
LA HUELGA. Pablo Neruda / Canto General.
“En la Constitución está garantizado el derecho de huelga. Es dable destacar que este derecho no es producto de una concesión graciosa sino, una conquista que tiene más de 150 años desde los inicios de la formación del Movimiento Obrero en la Argentina. Las dirigencias políticas, en esta materia, siempre han intentado adueñarse de este derecho como si fueran ellos los promotores de esta prerrogativa.
La Huelga tiene en su devenir histórico, aproximadamente, más de siglo y medio, tiempos plagados de luchas, dolores, sangre y represión. Resistiendo diversas formas de esclavitud, explotación, donde han tratado de doblegarlos para hacerlos trabajar de la cuna a la tumba. Trabajar como esclavos sin protestar fue, y es, para los factores de poder una necesidad, donde la represión garantizaba a los patrones a cumplir con su objetivo principal que es la ganancia máxima; hacer pingues negocios. En ese transcurrir, los trabajadores sobrevivieron por debajo de la línea elemental de su reproducción física y en la actualidad miles deben subsistir sin contemplaciones.
En los inicios del trabajo en fábricas, revolución industrial, las condiciones de trabajo eran largas jornadas que no bajaban de las 16 horas, sin descanso dominical, sobreviviendo en condiciones infrahumanas. Del mismo modo, después de la jornada laboral en conventillos de mala muerte, alquileres siderales y servicios sanitarios inexistentes. La explotación descarnada de niños y mujeres fue la otra faceta. Un recorrido por la historia de la industrialización en nuestro país demuestra que estos habitáculos de mala muerte eran el reparo de más de una familia, los niños jugaban entre los desperdicios y la mugre de los patios y el baño era un lugar donde se hacía fila.
En ese espacio se cocinaba con un brasero, las habitaciones no tenían ventilación y hacia inicios del siglo XX el trabajo sudor se adueñó de las mujeres para producir y laborar en la industria textil, todo lo relacionado con la vestimenta, la costura y todo lo derivado del tabaco.
Los niños fueron a trabajar por el 25 por ciento de lo que ganaban sus padres y la mitad de lo que le pagaban a sus madres. Eso era trabajo infantil, la forma más aberrante de explotación.
Por ello, el hacinamiento y la promiscuidad atravesaron las primeras décadas de aquella clase trabajadora que mal vendía su fuerza de trabajo para alimentar malamente a su prole.
Las primeras organizaciones obreras al ir construyendo ese andamiaje crearon, a su vez, en esas relaciones diarias y cotidianas, normas de conducta, comportamiento, formas de reconocerse, donde la solidaridad estaba ahí, rodeando a la familia del trabajador que quedaba tullido de por vida o bien moría dejando su prole en la total indigencia. Estas fueron conductas sin egoísmos, formas de agruparse, el mirar de frente las mismas injusticias; en esa realidad se comenzó a elaborar sin grandes discursos y con gestos sencillos: la unidad y solidaridad de los hombres de trabajo.
El tiempo pasó, las generaciones dejaron sus huellas, el Movimiento Obrero fue armando sus propias organizaciones, pasando por asociaciones de ayuda mutua, sociedades de fomento hasta las sociedades de Resistencia que fueron las que comenzaron a enfrentar la injusticia y organizarse por oficios, ramas, hasta llegar al sindicato.
El sindicato es la mayor expresión de organización de la clase obrera, su historia está ensangrentada donde pende un luto permanente, porque la represión fue un vector que atravesó a los trabajadores desde sus nacientes. La represión fue una constante, toda una política de Estado; como la Ley de Residencia que se legisló con rapidez inaudita para expulsar a los organizadores y descabezar los organismos obreros. Lograr la división y atomización de las luchas. Más tarde, cuando no pudieron subsumir a los trabajadores, apuntaron más alto y aparecieron: la pena de muerte, los fusilamientos, las razias o las matanzas en los propios lugares de trabajo o barracas, sin miramientos se reprimieron los sepelios multitudinarios de los trabajadores que iban quedando en el camino. No fueron casuales estas represiones, siempre respondieron al mandato del Estado.
La historia del Movimiento Obrero es amplia, desconocida y ocultada deliberadamente. Del mismo modo es desnaturalizada desde los claustros universitarios cuando la considera como clase subalterna.
Concepción descalificadora y reaccionaria.
En este sentido, las clases medias alarmadas por lo sucedido el día 10 de abril, no pueden interpretar lo ocurrido, no son parte del Movimiento Obrero. Debemos plantear las diferencias entre el papel de los sindicatos denominados reformistas y aquellos que tienen un planteo superador. Los primeros interpretan el ánimo de los trabajadores en la inmediatez del salario, la inflación y otras necesidades claras que horadan el presupuesto familiar; los que tienen un planteo superador preconizan que, esencialmente, su sujeto social: los obreros y trabajadores jueguen un papel definitorio para un cambio radical de la realidad explotadora y represiva que soporta. Pero debemos decirlo con mucha claridad, esas contradicciones en el Movimiento Obrero se resuelven en el nidal de las organizaciones sindicales, los que vienen desde afuera y se enrolan en las partidocracias, no importa de que tinte partidario sean, enlodan todo este laberinto de pensamientos y acciones…”
El artículo completo (alianzas, estrategia, táctica, resistencia, etc.), en: http://www.villacrespomibarrio.com.ar/2014/monarefa/paro%20del%2010%20de%20abril.htm
Leído en: *villacrespomibarrio
La imagen: Manifestación, por el pintor Antonio Berni.
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