Cartita a los Reyes Magos

Topogigio«Una Cartita a los Reyes Magos
Voy a escribir una cartita
muy pequeñita muy pequeñita
y con la letra redondita
escribiré escribiré
a los señores reyes magos
que son los tres
siempre los tres
a los señores reyes magos
que ya se vienen desde Belén»

Letra de una canción del adorable Topo Gigio, quien les pide una bolsa grande grande de… AMOR!

Del sitio My Little House – Allí el audio wav

PD: Recuerdo muy vívidamente cuando, de pequeña, dejaba -en la galería cubierta frente al jardín- un manojo de pasto y un cuenco con agua… para los camellos! Los Reyes me trajeron un moisés de alambre forrado en plástico rosado y tantas cosas más a través de mis infantiles años!

Ser médico (respuesta de Hugo Marietán a una carta de una aspirante a estudiante de Medicina)

A propósito del Día del Médico, vía Revista Alcmeón/18,* Son 3 partes: reflexión, carta y respuesta a la carta. Si tienen tiempo para leer, léanlas pues: ¿quién no ha tenido -o tendrá- que vincularse como paciente con estos profesionales?

«Ser médico implica una responsabilidad sobre la vida de aquel que se entrega a nuestro cuidado. No hay religión, ley, ideología o  cualquier otro hecho cultural que altere este  principio básico.

El médico está para curar,  ese es el mandato que le asigna el grupo, independientemente de que sea el chamán de  la tribu o el académico del sanatorio más caro.  Seguir medicina es asumir riesgos, desde el  simple accidente de contagiarse la enfermedad el paciente que asistimos, ser agredidos  por los familiares, o terminar con juicios ejecutados por abogados que deambulan en los  pasillos de los hospitales buscando la presa  que lo habilite a un juicio por mala praxis, real  o inventado.

El médico tiene la misión de proteger la salud, es un soldado de la vida.  El accionar del médico se da en lo biológico, en la base orgánica del individuo, y no tiene que confundirse nunca, ni mezclarse, con  lo cultural (leyes, ideologías, religión, etcétera). El médico debe intentar restablecer la  salud quebrantada con todos los medios terapéuticos que tenga a su disposición. Para ello  su mente debe estar libre de presiones de otros ámbitos. La mente debe estar exclusivamente  concentrada en salvar la vida del paciente. 

Recientemente se da el falso debate sobre si hay que transfundir sangre a un miembro de una creencia religiosa (que se lo impide) o no. El paciente tiene riesgo grave de  vida. Para el médico no hay duda, debe transfundir, equilibrar el organismo, sacarlo del  coma, y luego, ya restablecido, que siga con  las creencias que desee. Ese es el accionar  médico. El médico no está transfundiendo a  ningún “Testigo de Jehová”, sino a un hombre  que está en una camilla con 21% de hematocrito y necesita sangre urgente. Punto. No  importa que sea de una secta, un asesino, un  santo… el médico sólo debe estar concentrado en que es un hombre en peligro y que él  sabe y dispone de los elementos que pueden  aliviar o quitar ese peligro de muerte. Los  papeles, las leyes, las creencias se discutirán  después, cuando el paciente esté curado. 

Tal como como repetimos en la jura: “Pasaré mi vida y ejerceré mi profesión con inocencia y pureza. En cualquier casa donde entre, no llevaré otro objetivo que el bien de los enfermos; me libraré de cometer voluntariamente faltas injuriosas o acciones corruptoras y evitaré sobre todo la seducción de mujeres u hombres, libres o esclavos”.

Este juramento milenario tiene su razón de  ser: el bien del enfermo está por encima de  las acciones corruptas, o las seducciones (leyes, religiones…) de cualquiera.  Si esto no es así, la salud está en manos  inadecuadas y sujeta a los vaivenes de los  papeles de turno (leyes que son válidas hoy y  reprobadas mañana). ¡¿Cómo un abogado, sea  juez o lo que fuere, puede obligar a un médico  a qué hacer?! Cómo es posible que alguien  que no tiene el menor conocimiento de medicina pueda tener el tupé de dirigir la acción de  un médico ante un paciente en riesgo. Es la  letra de un papel contra la vida de una persona. Una falacia.  ¡La Corte Suprema determinó que no se  transfundiera al paciente Testigo de Jehová  porque firmó un papelito estando sano y fuerte siguiendo una creencia! ¡Dicen que es el  derecho del paciente!

No existe un derecho  superior que el de preservar la vida. Este derecho está por encima de todos los derechos.  Si el médico no transfunde al paciente, esta  siendo seducido por otros hombres, por fuera  de la medicina, a quebrar su juramento y a  apartarse de su esencia en la sociedad: está colaborando con, en caso de que el paciente esté lúcido, el suicidio por razones místicas de  ese ser. Y si no está lúcido, si está en coma  por hipoxia, dados los escasos glóbulos rojos,  está facilitando la muerte del paciente por inacción, por miedo a ser demandado judicialmente.

Pienso que no hay mayor inseguridad sanitaria que generar médicos miedosos de  arruinar su vida profesional por los posibles  juicios si toma una decisión ante un paciente  en riesgo. No transfundimos, no operamos, no accionamos si no tenemos la orden de un juez  (un abogado), y cuando al fin esa orden llega  el paciente está muerto o su salud gravemente empeorada. Con esta actitud temerosa, el  médico zafará de un juicio (hecho por un abogado querellante) y no será penado (por un  abogado con el cargo de juez), pero el que pagará las consecuencias de esta precaución  será el paciente (que puede ser en algún momento usted, lector, o yo, o el mismísimo juez)  y la conciencia del médico que sabe que está  ejerciendo mal su profesión.

La reciente ley 26742, del 24 de mayo de  2012, dice:  “e) Autonomía de la voluntad. El paciente  tiene derecho a aceptar o rechazar determinadas terapias o procedimientos médicos o  biológicos, con o sin expresión de causa, como  así también a revocar posteriormente su manifestación de la voluntad.”.  Cuántas muertes producirá este ambiguo artículo, cuántos juicios, cuántos pacientes  temerosos agravarán su enfermedad, cuántos médicos miedosos esperarán la decisión del paciente mientras su ciencia les indica que se esta muriendo o agravando.  Esta invasión de los abogados y sus papeles en la medicina sólo presagia malos tiempos para la salud del país. 

Buenos Aires, 2 de junio de 2012

b) Carta y respuesta:

Querido doctor Marietan, estoy por empezar el CBC, en la Universidad de Buenos Aires mi mayor objetivo es ejercer Psiquiatría,  como estoy por comenzar me gustaría si usted me puede dar un consejo a seguir, algo  que a usted le haya servido, aparte de mis  ganas y de mi esfuerzo, me gustaría que me  regalara unas palabras. Desde ya muchas  gracias.  Matilde.

Matilde:  Existen los trabajos y las pasiones. Trabajas para conseguir mantenerte económicamente. El trabajo te hace medir el esfuerzo, mirar  el reloj, pelear por tus derechos laborales. El  trabajo es una parte de tu tiempo y de tu psiquis.  La pasión es algo que envuelve todo tu ser.  No existe el reloj ni el esfuerzo. Te empuja.  Te da y te quita. Te enriquece y te desgasta.  Te absorbe. La pasión se muestra con tu vocación, el camino para lo que has nacido.  La psiquiatría es Medicina.  Puedes trabajar de médico o ser un Médico. Si has sido paciente alguna vez entenderás esta diferencia al sentir la labor del médico que te atendió. Pudo haber hecho un trabajo correcto, adecuado, técnicamente ajustado. Pudo haber hecho un trabajo displicente, seguido de una “receta”, o haber sido negligente como cualquier otro trabajo. Cuando  estás con un Médico te sientes protegida, sientes que ese hombre, esa mujer, te cuidará, más  allá de la técnica, de la información que maneje. Esa persona está disfrutando de ayudarte, de aliviar tu sufrimiento.  Los médicos, trabajadores diplomados, son  la mayoría. Los Médicos son pocos, desde  siempre. 

Estudiar Medicina es un esfuerzo. Es una  carrera con obstáculos. Si tienes vocación el  esfuerzo no te derrumbará, al contrario, será  como un “desafío”, y disfrutarás de lo que  aprendes. Si no es tu vocación todo es trabajoso, costoso, cuesta arriba, negativo, te parecerá que está todo en tu contra, te quejarás  constantemente, dirás que estás perdiendo tu  juventud, llorarás cuando tengas que quedarte un fin de semana estudiando mientras tus  amigas salen a divertirse, dirás que ya hay  muchos médicos. 

Si no tienes vocación, no sigas Medicina,  busca otro trabajo.  Pero si tienes vocación Medicina es hermosa, le dará un color nuevo a tu vida, todo  el esfuerzo que hagas ahora como estudiante te lo devolverá cuando ejerzas y escuches esas palabras mágicas que son la mejor recompensa: “Doctora, ahora me siento mejor”,  cuando sientas el agradecimiento en la mirada de tus pacientes, en sus pequeños gestos. 

Psiquiatría es como una dama exquisita y  oscura. No es para cualquiera. No se entrega  a cualquiera. Te da poco y te quita mucho, y  siempre mantiene una incógnita. El camino por  el que transita es árido, invita a la fantasía.  Pero si estás en ella, sientes que ese también es tu camino, que es tu pasión, que no puedes hacer otra cosa más que ser Psiquiatra.  Tal vez, algunas veces, llores a un costado del camino, luego, cuando tengas más de diez años de especialista, comprenderás en profundidad estas palabras que te he escrito y que las lágrimas que has derramado en tu vida,  y las risas que has regalado también son parte del aprendizaje de la Psiquiatría.  Te deseo lo mejor.  Dr. Hugo Marietan

Leído en: Ser médico –  Hugo Marietan, médico psiquiatra – Alcmeón, Revista Argentina de Clínica Neuropsiquiátrica – alcmeon.com.ar/18/70/07_marietan_alc70.pdf

Carta de la Sociedad Argentina de Terapia Intensiva

Según esta breve carta, en Argentina, estamos en problemas

«A la sociedad argentina: Los médicos, enfermeros, kinesiólogos y otros miembros de la comunidad de la terapia intensiva sentimos que estamos perdiendo la batalla. Sentimos que los recursos para salvar a los pacientes con coronavirus se están agotando. La mayoría de las Unidades de Terapia Intensiva del país se encuentran con un altísimo nivel de ocupación. Los recursos físicos y tecnológicos como las camas con respiradores y monitores son cada vez más escasos. La cuestión principal, sin embargo, es la escasez de los trabajadores de la terapia intensiva, que a diferencia de las camas y los respiradores, no pueden multiplicarse. Los intensivistas, que ya éramos pocos antes de la pandemia, hoy nos encontramos al límite de nuestras fuerzas, raleados por la enfermedad, exhaustos por el tarbajo continuo e intenso, atendiendo cada vez más pacientes. Estas cuestiones deterioran la calidad de atención que habitualmente brindamos. Enfundados en los equipos de protección personal, apenas podemos respirar, hablar, comunicarnos entre nosotros. También tenemos que lamentar bajas, personal infectado y lamentablemente, fallecidos, colegas y amigos caídos que nos duelen, que nos desgarran tan profundamente.

Terminamos una guardia en una Unidad de Terapia Intensiva y salimos apresuradamente para otro trabajo. Necesitamos trabajar en más de un lugar para llegar a fin de mes. Por horas y horas de trabajo estresante, agotador, pese a ser profesionales altamente calificados y entrenados, ganamos sueldos increíblemente bajos, que dejan estupefactos a quienes escuchan cual es nuestro salario. También nos entrenamos para lidiar con la muerte todos los días y le ganamos muchas veces. Aprendimos a ser resilientes.

Pero ahora sentimos que no podemos más, que nos vamos quedando solos, que nos están dejando solos; encerrados en la Unidades de Terapias Intensivas con nuestros equipos de protección personal y con nuestros pacientes, sólo alentándonos entre nosotros. Observamos en las calles cada vez más gente que quiere disfrutar, que reclama sus derechos, la gente que se siente bien por ahora. ¿Qué pasará con ellos y sus familiares mañana? ¡Ojalá que no se transformen en uno de nuestros pacientes que, con fuerzas, trataremos de arrebatarle a la muerte! Porque nadie sabe cuándo el virus los infectará.

Sólo le pedimos a la sociedad que reflexione, y que cumpla con tres simples pero importantes medidas, recomendadas científicamente: distanciamiento social (permanecer a más de 1,5 metros), uso de tapabocas (cubriendo nariz y boca), lavado frecuente de manos (con agua y jabón o alcohol gel), no aglomerarse, no hacer fiestas, ¡No desafiar al virus, porque el virus nos está ganando! Les suplicamos no salir si no es necesario. El personal sanitario está colapsado, los intensivistas están colapsado, el sistema de salud está al borde del colapso. Nosotros queremos ganarle al virus. Necesitamos que la sociedad toda nos ayude porque no podemos solos. ¡Por favor, ayudanos, quedate en tu casa!»

Leído en: https://www.pagina12.com.ar/289171-la-cruda-carta-de-la-sociedad-argentina-de-terapia-intensiva

Freud y la homosexualidad – Carta a la madre de un paciente homosexual

El Día Internacional contra la Homofobia, la Transfobia y la Bifobia (en inglés, International Day Against Homophobia, Transphobia and Biphobia, IDAHTB) se celebra el 17 de mayo para conmemorar la eliminación de la homosexualidad de la lista de enfermedades mentales por parte de la Asamblea General de la Organización Mundial de la Salud (OMS), lo que tuvo lugar el 17 de mayo de 1990

«Freud, escribió una carta a una madre de un paciente homosexual.

Esta carta, escrita originalmente en inglés y enviada desde Viena a una mujer desconocida, revela la mirada abierta con que el fundador del psicoanálisis contemplaba el asunto de la homosexualidad en su madurez. Una mirada más comprensiva que la de muchos de sus seguidores que, haciendo suyos los prejuicios de la época contra la sexualidad no procreativa, emplearon el psicoanálisis para eliminar lo que ellos consideraban una enfermedad o desviación, no una variedad legítima del deseo sexual humano.

A continuación… La carta:

Viena, 9 – 4 – 1935

Estimada señora:

Deduzco, por su carta, que su hijo es homosexual. Lo que más me impresiona es el hecho de que usted haya omitido este término cuando me ha hablado de él. ¿Puedo preguntarle por qué lo evita? La homosexualidad, desde luego, no es una ventaja, pero tampoco es nada de lo que haya que avergonzarse…

Detalles adicionales.

No es un vicio, ni un signo de degeneración, y no puede clasificarse como una enfermedad. Más bien la consideramos una variación de la función sexual, originada en una detención del desarrollo sexual.

Muchas personas sumamente respetables, tanto de la antigüedad como del presente, han sido homosexuales. Entre ellos están algunos de los más grandes: Platón, Miguel Ángel, Leonardo da Vinci, etc. Es una gran injusticia perseguir la homosexualidad como si fuera un crimen, y una gran crueldad también. Y si no me cree, lea los libros de Havelock Ellis.

Cuando me pregunta si puedo ayudarla, supongo que quiere decir si puedo acabar con la homosexualidad de su hijo y reemplazarla por la normalidad, por la heterosexualidad. La respuesta es, en términos generales, que no podemos asegurar un resultado.
En cierto número de casos hemos logrado despertar los gérmenes frustrados de las tendencias heterosexuales, que están presentes en todo homosexual, pero en la mayoría de los casos esto no es posible. Es cuestión de la personalidad y de la edad que tenga el individuo. Los resultados del tratamiento no pueden predecirse.

Lo que el psicoanálisis podría hacer por su hijo es algo muy diferente. Si se siente infeliz, neurótico, desgarrado por los conflictos, inhibido en su vida social… el análisis puede traerle armonía, paz mental, plena eficiencia, independientemente de si sigue siendo homosexual o si cambia. Si usted se decide, yo podría encargarme de hacerle el análisis. Pero no creo que sea posible. El tendría que trasladarse a Viena, pues yo no tengo la intención de moverme de aquí. Sin embargo, no deje de darme alguna respuesta.

Atentamente, y con mis mejores deseos,

Sigmund Freud.»

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